Se acaba de celebrar en Madrid una cumbre entre los Gobiernos de Marruecos y España, la novena reunión de alto nivel. Además de varios acuerdos de cooperación económica y cultural de interés para ambos países, lo que está latente en el fondo de esta reunión es el conflicto del Sáhara, todavía sin resolver. Podemos preguntarnos: ¿Por qué surge ahora este delicado y estratégico tema? Sencillamente, porque las negociaciones que desde junio del 2007 se han venido celebrando en las cercanías de Nueva York están paralizadas, después de cuatro intentos para llegar a alguna clase de acuerdo sobre el futuro del Sáhara. Entre las cuestiones que tiene que abordar el nuevo presidente de Estados Unidos, el demócrata Barack Obama, figura la resolución de este complejo conflicto en el cual el republicano George W. Bush había tomado partido por Marruecos. Estos días los saharauis están buscando apoyo en Bruselas. España, desde el abandono de su estatus como potencia descolonizadora, ha tenido que observar una postura neutral para que las dos partes pudieran llegar a un acuerdo, en el que sin duda pesa también la postura de Argelia como defensora de los saharauis. Son muchos los intereses españoles en juego, Marruecos aloja cientos de empresas españolas, tiene la llave de las concesiones pesqueras y controla si quiere los flujos de emigrantes africanos. Pero quizás lo más importante estratégicamente es que Marruecos representa hoy por hoy un bastión contra el terrorismo islamista, y ahí, no cabe la menor duda de que España y Marruecos juegan sus intereses del mismo lado.