Viñetas con compromiso social
Diario de noticias de Alava, 22-12-2008DICEN en literatura que todas las obras tienen algo de autobiográfico. Olimpita , la nueva novela gráfica escrita por el guionista Hernán Migoya e ilustrada por Joan Marin también lo tiene. Y es que la vida de Migoya le surte de muchas historias. En esta ocasión, se centra en la violencia de género y la inmigración, dos temas que ha vivido en primera persona.
“Por desgracia hay muchos antecedentes de maltrato en mi familia. Mi abuelo pegaba a mi madre y a mi abuela. Además, un tío, que era minero en León, se emborrachaba con los amigotes cuando salía del trabajo, llegaba a casa a las tantas y despertaba a su mujer a palos para que se asomara al balcón a cantar a sus amigos. Por eso, muchas de las escenas del cómic están basadas en mi vida personal”, explica el artista leonés a este diario horas antes de la presentación de Olimpita en la librería Joker de Bilbao y a la que no pudo acudir.
“Tengo un miedo absurdo a volar”, confiesa justificando su ausencia en la presentación de la novela gráfica. “Y eso que Bilbao me encanta, son muy abiertos por allí. Además , ¡yo de pequeño era del Athletic!”, recuerda.
Ahora el fútbol no le interesa lo más mínimo. Tiene suficiente con sus tres pasiones: el cómic, la literatura y el cine. Olimpita es su nuevo trabajo. Narra la historia de amor de un inmigrante senegalés y una pescadera, hija de emigrantes andaluces a Barcelona, que sufre malos tratos por parte de su marido. Una historia que bien podría ocupar la gran pantalla, pero que Migoya creó especialmente para el formato cómic. “La historieta es ideal para sintetizar en una página todo el personaje. Este género llega a un nivel simbólico que la literatura no puede alcanzar. Estoy muy contento con el resultado. Olimpita sería una gran película pero yo no la dirigiría. Lo que me interesa de Olimpita es lo que ya he hecho, el cómic”, aclara el autor de la polémica obra Todas putas .
giros Ésta no es la típica historia en la que la protagonista es una víctima. Ambientada en Barcelona, Migoya juega con los estereotipos más rudos de sus personajes para luego, en un giro inesperado, sacar lo mejor de cada uno. “Empezamos por los tópicos, el senegalés que lo está pasando mal, el marido maltratador, andaluz y con un nivel cultural que deja bastante que desear… hasta Olimpita puede ser la mujer ingenua y sencilla. Pero al final no es ni una cosa ni la otra. Ni ella es tan ingenua, ni el senegalés era tan poco espabilado, ni el marido es un desalmado del todo. Hemos intentado que cada personaje desafíe las expectativas del tópico. En realidad, Joan (Marin) y yo hemos concebido Olimpita como un caramelo envenenado”, detalla.
El guionista ha dedicado casi toda su carrera a temas relacionados con la ficción o el terror, por eso una historieta como Olimpita suponía todo un reto para él. “Concebí esta obra como un fresco de lo que es la vida en un barrio popular de Barcelona, relacionado también con mi propia infancia, adolescencia… Me apetecía hacer una obra absolutamente realista, que no entrará en los clichés ni en el maniqueísmo que suele identificar las obras españolas de corte social. Quería huir de los tópicos”, asegura.
Sin embargo, pese a la temática, Olimpita no es una novela gráfica de denuncia. “Joan y yo intentamos alejarnos del pantanoso terreno de la denuncia. Porque simplifica demasiado el alcance de una obra. A mí me dan mucho repelus las obras con mensaje porque suponen una especie de categoría de juez por parte del autor que me daría muchísimo miedo. Hemos intentado hacer un cómic expositivo de lo que creemos que es una realidad actual y huir del tono peliculero que están dando al tema del maltrato”.
Y es que, según afirma, no hay que olvidar “que es una lacra que pertenece a nuestra cultura y que a pesar de que lleva décadas en el país, nunca se le había hecho mucho caso. Va a costar mucho más que campañas institucionales en plan Hollywood, con un enfoque en de víctima y psicópata, para poder acabar con el maltrato en España”. Por eso, con este cómic, los dos artistas multidisciplinares pretenden “arrojar un punto de vista más realista, porque forma parte de la vida cotidiana de mucha gente”.
trabajo compartido Detrás de 150 páginas se esconde el duro trabajo de dos grandes artistas. Hernán Migoya dio las palabras a sus personajes y Joan Marin, un rostro y un escenario. Y a pesar de que compartir una misma historia con otra persona pueda crear ciertos roces, han compartido un “agradable proceso creativo”. “Suelo ser muy escrupuloso y detallista en cómo presento la historia de manera que todas las aportaciones de Joan y las mías sean mediante consenso y así ha sido. Joan se autoexige muchísimo a nivel gráfico y estuvo muchos meses probando estilos gráficos hasta dar con el que él se sentía más cómodo. Ha tenido un nivel de autoexigencia que yo jamás me hubiera atrevido a pedirle. Ha sido muy enriquecedor para los dos. Hemos intentado que Olimpita se lea como si fuera la proyección de una sola persona, unir su visión con la mía para que el efecto narrativo sea mucho más contundente”.
Tan enriquecedora ha sido la experiencia que ya tienen pensados sus próximos trabajo juntos: “Sí, contaré la historia del secuestro de mi mujer, que es peruana, y estuvo en peligro de muerte e intentaremos desmitificar la visión que tenemos de Latinoamérica”, adelanta. Ya lo advertía al principio de la entrevista, “Todas las historias son autobiográficas, yo he vivido intensamente y parece que, en ese sentido, no se me agotan las ideas”.
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