LOTERIA DE NAVIDAD

Los inmigrantes se la juegan

El Mundo, OLGA R. SANMARTIN, 22-12-2008

Cada vez son más los extranjeros que compran lotería / La crisis les lleva a apostarlo todo a un décimo Un balón de plástico, de los de todo a un euro, será el único regalo que reciba en Reyes el hijo de José Manuel Caja si los niños de San Ildefonso no cantan hoy uno de los números que este ecuatoriano de 31 años guarda con celo en su bolsillo.


Tampoco habrá en casa de los Caja cena de Nochebuena – «un chupachups y a la cama» – , a no ser que un soplo de suerte alivie esa hipoteca de 1.100 euros al mes que ya ha devorado todos los ahorros de la familia. José Manuel está en paro desde hace dos meses y por eso hace cola frente a la administración del Doblón de Oro, en la Puerta del Sol de Madrid. No es el único extranjero sin trabajo de la fila.


Como Juan Carlos, cientos de miles de extranjeros a quienes la crisis les ha robado el sueño y la cuenta corriente se juegan sus últimos 20 euros en un décimo que, o remata definitivamente su mala racha, o les da otra oportunidad en España: una vida sin deudas, sin créditos personales, sin precarias ofertas de empleo y sin la angustia constante del Euribor.


Cada vez más personas venidas de fuera juegan al sorteo de Navidad, según explica un portavoz de Loterías y Apuestas del Estado. «Vienen de países donde existe la cultura del juego; sobre todo los iberoamericanos, donde funciona la lotería de billetes». Ya se notó en la campaña publicitaria que el organismo presentó el año pasado, donde los inmigrantes fueron protagonistas.


Según un estudio de Ventura 24, el 11% de los que compran el Gordo por internet son extranjeros. El retrato robot es el de un jugador de 31 años que vive en Madrid o en Barcelona y que invierte en torno a 55 euros. El 44% son latinoamericanos; el 37%, europeos y el 14%, africanos.


«¿Que qué haré si me toca el Gordo? Pues me hago una casita en mi país, para estar más cómodo», responde, con los ojos iluminados, Patricio Abad, un dominicano de 58 años a quien pillamos esperando a que le llegue el turno en Doña Manolita. A la puerta de esta oficina de apuestas, un hombre pide «una ayuda por Dios». «Pues estamos nosotros para darle algo…», murmura alguien de la fila.


Patricio también está en paro – «como todos, por la construcción» – . Tiene a seis hijos que mantener. A uno le acaban de echar del Carrefour. El resto vive entre el novecientoseurismo y el Inem.


Pero Patricio, que sólo compra en Navidad, está convencido de que las cosas van a cambiar. Ha soñado con el 33 y lleva un décimo con cuatro tres impresos.


Si seguimos con la numerología, el ocho es el de la suerte de Franklin Fares y Margot Yaisig, de 31 y 29 años. Los dos acumulan ocho billetes, entre décimos y participaciones. «Si nos toca, nos vamos a Ecuador a casarnos», fantasean. «Yo pondría allí una pastelería, sería mi propia jefa», añade Margot, ya soñando con reducir una jornada que ahora se prolonga durante 13 horas. El es repartidor.


«Pues yo compraría miles de juguetes y los llevaría a Cochabamba», expresa la boliviana Josefina Flores, a la que tocaron 50 euros nada más llegar a España. «Así que esta vez tienen que salir 200 euros por lo menos. De verdad, prometo repartirlo».

Texto en la fuente original
(Puede haber caducado)