El 'abuelo frío' visitó Donostia

El Papá Noel ruso entregó ayer un anticipo de los regalos de Año Nuevo a los niños rusoparlantes en una fiesta organizada por Kolokol en San Sebastián

Diario Vasco, UNAI MARAÑA, 21-12-2008

DV. Enara, Edik, Katiuxa, Diana, Karina, Dani, Khazar, Xirin, Yurd y 17 niños rusoparlantes más estaban ayer encantados. Disfrazados de príncipes y princesas, de Spiderman, vacas, hadas o brujas, y una de caserita, aguardaban expectantes a que llegara el Abuelo Frío, la versión rusa de Papá Noel, con sus regalos. El generoso anciano visitará a los ciudadanos de la antigua URSS en Año Nuevo, como siempre, pero ayer acudió a Donostia invitado por la asociación de rusoparlantes Kolokol (Campana), que había preparado una fiesta subvencionada por la Diputación de Gipuzkoa.

Los pequeños correteaban por la sala del local de la asociación Esperanza Latina alrededor de un gran árbol de Navidad, fijo en el centro mientras otro revoloteaba divertido. Sus padres les grababan y fotografiaban, pero también charlaban sentados en los sillones, con los más pequeños sobre sus piernas. También había mayores disfrazados, como Katerina con sus alas de ángel. «Hoy soy Angélica», precisaba. Llovían globos y el confeti que brotaba con estruendo de bombas. En el aire flotaba el olor de las bengalas mientras sonaban animadas canciones infantiles en ruso.

De pronto, el mismísimo Abuelo Frío entró en la sala con su barba blanca y su gorro, su saco y su larga bata rojos. Fue recibido con un clamor alborozado, pero los niños enseguida hicieron silencio para escucharle. Tras soltar su discurso, llamó a su nieta, Blanca Nieve, pero quien apareció fue una impostora: una malvada bruja había robado la corona a la dama invernal para hacerse pasar por ella. La hechicera albergaba un siniestro propósito: pretendía incendiar el árbol. Pero los valientes niños lo impidieron, y después la volvieron a derrotar en el juego de las sillas, a pesar de que la bruja hizo trampas y llegó hasta la final, cuando la venció Spiderman. En éstas, apareció la verdadera Blanca Nieve, rubia, hermosa y de blanco.

Finalmente, la joven díscola y caprichosa entró en razón y se puso al lado de su abuelo cuando éste se sentó y abrió su enorme saco sin fondo, de donde comenzaron a brotar los regalos. Todos los niños recibieron una bolsa con mucha fruta, bombones, chocolatinas, galletas, zumos, pinturas, figuritas y adornos. «Estos niños son especiales. Les gusta mucho más la fruta que los dulces», señala Puri. Su hijo Edik lo confirma con una exclamación entusiasta: «¡Mandarinas!».

Mantener la cultura

Edik y Katiuxa, de tres y cuatro años respectivamente, «no paran de comer, y de todo» porque, hasta que Puri y Mikel los adaptaron en mayo, pasaron mucha hambre en sendos orfanatos ucranianos, separados por su edad a pesar de que son hermanos biológicos. Cuando el matrimonio se enteró de que se organizaba esta fiesta, no se lo pensó dos veces, porque no quieren que sus hijos pierdan su cultura. Les han puesto un profesor de ruso y Puri se ha animado a aprender esta lengua. «Adoptarlos es lo mejor que hemos hecho en la vida», afirma una feliz Puri. No han tenido ningún problema, «duermen y se portan muy bien».

Ilona llevó a sus hijos Diana, Karina y Dani, de siete, cuatro y menos de un año, respectivamente. Lleva tres años aquí, vive en Hondarribia, está separada y subsiste con la ayuda de Cáritas. Lo cuenta mientras Karina, con un logrado disfraz de bruja, da de beber un zumo al pequeño Dani, disfrazado de vaca.

También estaba allí el hijo de Eynur, Khazar, de tres años y medio. Este invierno será el séptimo aquí para Karimsada, que preside Kolokol. Tarana, azerí de Hernialde, también lleva aquí siete años, en los que ha tenido una chica, Xirin, y un chico, Yurd.

A la una, ambos comenzaron a recoger, con la ayuda de otros adultos, mientras otras familias se marchaban tras haberse deseado felices Navidad y Año Nuevo: Snovym Godom! Schastlivogo novogo gode!.

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