a medida

Diario de noticias de Alava, 18-12-2008

M ETIDOS en la vorágine que supone la llegada de la época navideña y de sus incontables campañas consumistas, no sólo se olvidan los valores y el significado real de lo que pretende la verdadera Navidad, sino que también hay otras personas que no celebran estas fechas igual que en estas latitudes. El caso es que Vitoria está conformada por un crisol de gentes y culturas que también tienen su propia visión de días como los que están a punto de llegar. Ellos llegaron a la capital alavesa hace tiempo profesando otra religión, procedentes de diferentes etnias o alejados de su familia más cercana. No obstante, estas semanas, más que nunca, se obviará su presencia sin advertir que lo que supone una época de ilusión para unos, se convierte en cotidianidad para otros. Este periódico ha hablado con personas de distintos puntos del mundo que cuentan cómo viven la Navidad a pesar de estar lejos de su país natal.

Ellos son sólo algunos ejemplos del día a día. De hecho, hoy es el Día del Migrante, que debería conmemorar la capacidad de la sociedad para valorar otras realidades que enriquecen y no perjudican. Según los últimos datos recogidos por el Padrón, en Álava residen 305.459 personas, de las que 19.392 son extranjeros, el 6,35% de la población total registrada. De ellos, 10.498 son varones y 8.894 mujeres en su mayoría jóvenes ya que tres de cada cuatro no han cumplido los 40 años, mientras que el 15,96% es menor de 15 años y los mayores de 65 años representan tan sólo el 1,44%.

Este registro refleja la sensación extendida de que la población extranjera crece. En los últimos cinco años su presencia en la sociedad alavesa ha subido casi un 50%, lo que demuestra que el crisol cultural aumenta y se diversifica con multitud de orígenes como Colombia, Marruecos, Portugal, Argelia, Ecuador, Rumania, Brasil, China, Bolivia, Paraguay, Argentina, Pakistán, Perú, República Dominicana o Nigeria.

marruecos > abdessamad jamal

“Las vivo con respeto, pero para mí son días corrientes”

Procedencias diferentes que vivirán la Navidad a su medida y bajo su condición. Como en el caso de Abdessamad Amany Jamal. Él nació en Marruecos pero lleva en Vitoria 18 años, así que se puede decir que ya está totalmente integrado. Su visión en este final de año es completamente distinta a la de los que le rodean. Nada de rompecabezas sobre regalos, ni colas para hacer compras o cuadraturas acerca de qué comida preparar. Abdessamad es musulmán y, por lo tanto, para él esta fiesta cristiana no tiene significado alguno a nivel personal. “Yo estoy integrado, pero no voy a ser falso, no lo celebro porque yo sigo siendo musulmán y no es parte de mi cultura. La integración no quiere decir que tengo que ser una imagen idéntica de lo de aquí, lo importante es convivir”, explica.

Y es que él no observa con desagrado estas fechas, aunque no participa de ellas. “Yo las vivo con respeto hacia otra cultura. No es una costumbre para mí, pero ver y entender las cosas no te quita nada, lo contrario. Son jornadas corrientes en las que no hago nada especial. Es la alegría de un pueblo”, valora.

Eso no quita para que si está cerca pasee por el Belén de La Florida o admire las luces que en esta época adornan la ciudad. Él, no obstante, no se levantará nervioso el 25 de diciembre o el 6 de enero por ver si hay algún presente bajo el árbol, ni brindará con champán en Año Nuevo. Sus fechas serán otras, aunque probablemente el resto de la sociedad no se dará cuenta de ellas.

cuba > emilio taquechel

“Pediría a los Reyes que me dieran un rato con mi familia”

El caso de Emilio es distinto. Él comparte raíces latinas y, desde hace cinco años, cuando llegó a Vitoria y acabó prendado de los encantos de “una vasca” que ahora es su mujer, se ha empapado del espíritu navideño. En Cuba las cosas, aun así, son bien distintas a lo que sucede aquí. La coyuntura económica no permite grandes excesos – “donde no hay dinero, no hay mucho que se pueda hacer” – y, por ello, disfruta especialmente con la oportunidad que le ofrecen Olentzero y Reyes Magos para sorprenderse cada año. Como un niño con zapatos nuevos disfruta de la celebración aquí pero sin olvidar a los que están a miles de kilómetros. “Lo peor de todo es que se echa de menos a los tuyos. Yo les pediría que me dieran un rato con mi familia”, anhela nostálgico.

En su país natal sabe que las cosas no serán iguales. “Allí comemos en casa con lo que hay y lo único, en Año Nuevo, se monta una fiesta en lugares céntricos. Pero, en general, se está perdiendo cada vez más la celebración”, explica. Y aunque se ha aclimatado, desde que aterrizó en Vitoria no puede evitar que el recuerdo de los suyos esté más presente que nunca en esta época. Esta pasión por sus raíces no evita que, fiel a su vocación musical, ya cante algo del Olentzero , “aunque es difícil”, y esté aprendiendo palabras en euskera.

Claro que a la hora de hablar de preferencias lo tiene claro. “Lo que más me gusta, cuando tienes dinero, son los regalos. Comprarse algo unos a otros, que es algo que en Cuba se está perdiendo”, lamenta.

burkina fasso > aïcha konë

“Para mí Navidad es el día más triste porque no están los míos”

Para Aïcha Konë, su fecha favorita es la víspera de Reyes Magos. “Ese día me encanta porque salgo con el niño y veo todas las luces, la gente bailando y cómo lanzan chocolates”, rememora un poco ansiosa por la llegada de ese día. Ella no profesa ninguna creencia en particular ya que en Malí, donde nació, y en Burkina Fasso, donde se crió – ambos países africanos – , no lo hacen. “Allí celebramos las fiestas generales, pero sin prioridad. El día de Navidad, mi padre compraba pollo y espaguetis y agua con azúcar para la bebida. Luego las chicas bailábamos alrededor de una tela y nos daban un poco de dinero para pagar a un grupo de percusión con el que hacíamos la fiesta a la tarde”, explica.

En Vitoria admite que todo es diferente. “Para mí es el día más triste porque no está mi familia. Me gustaría pasar estos días en Francia donde está mi hermano y un primo”, reconoce.

Aunque admite que, desde que tiene niños – uno de cuatro años y otro de siete meses – , la cosa ha cambiado. “En Nochevieja a veces vamos para las uvas donde el vecino, 15 minutos o así, para que el niño no se sienta mal. El mayor ya ve cosas y aunque por mí no pondría nada en casa, voy a tener que comprar algo”, sucumbe.

Y aunque para ella tampoco es tradición hacer regalos, afirma que ha asumido las costumbres locales de comprar algo a los pequeños, que se encuentran celosos de este aspecto. “No quiero que les pase como a mí que tenía unas amigas cristianas que estrenaban ropa y nosotras teníamos envidia porque no podíamos estrenarla. Se lo compro en noviembre y se lo doy en estas fechas de Navidad”, termina.

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