De tropiezo en tropiezo, la titular de Justicia podría dejar el Gobierno
Rachida Dati, un símbolo en horas bajas
La Vanguardia, , 10-12-2008LLUÍS URÍA – París. Corresponsal
LA DESAUTORIZACIÓN Sarkozy y Fillon han corregido dos veces en pocos días a la titular de Justicia
EL APOYO Para el ex primer ministro Raffarin, defender a Dati es defender la diversidad
Hay ruido de sillas en el Salón Murat y la de Rachida Dati es una de las que más se mueve. El nombramiento de Patrick Devedjian como nuevo ministro para el Relanzamiento económico y la designación del titular de Trabajo, Xavier Bertrand, como nuevo secretario general de la UMP, han levantado una gélida corriente de aire en el salón donde el presidente francés, Nicolas Sarkozy, reúne cada miércoles al Consejo de Ministros. El fin de año se acerca y, con él, la inminencia de un reajuste de Gobierno anunciado para después de la presidencia europea de la UE.
Varios son los ministros a quienes se les mueve la silla estos días. Pero a nadie probablemente tanto como a Rachida Dati, quien – en avanzado estado de gestación-podría verse removida de su cargo en plena baja de maternidad. Hasta ahora, su condición de embarazada y madre en ciernes, y particularmente el hecho de haberse erigido en símbolo de la promoción de las minorías – nunca antes una descendiente de inmigrantes magrebíes había llegado a un puesto tan alto-,parecían haber inmunizado a la titular de Justicia ante una eventual remodelación ministerial. Pero parece haber dejado de ser así. Si antes se daba prácticamente por hecho su relevo en Justicia pero no se dudaba de su continuidad en el Gobierno, ahora ni siquiera esto es seguro. Sarkozy, según apunta esta semana Le Point citando fuentes del Elíseo, está cada vez más inclinado a apearla del Gobierno si encuentra un recambio adecuado para tapar su agujero: otra mujer magrebí. Un clavo saca otro clavo.
Enfangada en un largo enfrentamiento con jueces y magistrados a causa de las reformas legislativas – y de su difícil trato-,enfrentada a tensiones permanentes con su equipo – una decena de sus colaboradores han abandonado en un añoymedio-,criticada dentro y fuera de su partido, la ministra de Justicia acumula tropiezo tras tropiezo.
Rachida Dati se ha visto en pocos días doblemente desautorizada por el presidente y por el primer ministro: tras defender la actuación de la justicia en la detención del ex director de Libération Vittorio de Filippis, fue corregida después por Sarkozy, quien pidió una reforma del procedimiento penal por entender que no garantiza suficientemente la dignidad de las personas; después de pronunciarse a favor de la posibilidad de penalizar con la prisión a niños delincuentes a partir de 12 años, François Fillon se declaró hostil y lo descartó absolutamente. Ynoestá lejos la furibunda intervención del presidente desde Pekín – en viaje oficial-,el pasado octubre, ante lo que consideró una muestra de incompetencia de su otrora protegida, al no recurrir la liberación por error de un violador multirreincidente.
La situación ha llegado a tal punto que el ex primer ministro Jean-Pierre Raffarin se sintió obligado a salir el pasado fin de semana en su defensa, atribuyendo las críticas – “muy injustas”, en su opinión-a las reformas que ha impulsado desde su Ministerio. “El éxito de Dati nos concierne a todos. Debemos proteger la diversidad”, afirmó.
La música que llega del Elíseo es bastante menos comprensiva. Los colaboradores del presidente aseguran, aquí y allá, que Dati es “la mayor decepción” de Sarkozy, quien deplora sus insuficiencias políticas y nunca ha apreciado su gusto por aparecer en la prensa rosa. La relación entre ambos, que llegó a lo más alto durante la campaña electoral del 2007 y tras su divorcio de Cécilia, ha quedado reducida al mínimo. Rachida Dati ni siquiera está en el grupo de ministros y secretarios más próximos al jefe del Estado, bautizado G-7, con quienes se reúne regularmente en el Elíseo.
“Tienes la obligación de triunfar”, la conminó Sarkozy el 14 de julio del 2007, cuando empezó a encajar las primeras críticas. Desde entonces, las cosas no han hecho sino empeorar.
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