«Hemos tenido que coger a gente quemada en brazos»
ABC, 04-12-2008J. G.
GAVÁ (BARCELONA). «Éste es un barrio marginado, pero todos somos personas humanas. Y nos han tratado como animales», se lamentaba Inmaculada, una vecina que a pie de calle, envuelta en una manta, despertaba a la fría mañana y a los periodistas con sus quejas en voz alta. Como Inmaculada, muchos de los habitantes de Can Espinós que en la madrugada de ayer vieron estallar un edificio y casi treinta vidas, denunciaban que los Bomberos – que tienen un parque a poca distancia de allí – , y los servicios médicos de emergencia habían tardado «casi una hora» en llegar al lugar de los hechos. A la crítica respondió el consejero de Interior, Joan Saura, y el propio presidente de la Generalitat, José Montilla. Negaron las acusaciones y afirmaron que se llegó no más tarde de ocho minutos después de recibir el aviso. «Existen grabaciones que lo demuestran», blandió Montilla.
«Hemos tenido que coger a gente quemada en brazos y meterlos en los coches como hemos podido para llevarlos al hospital. Hemos sentido mucha impotencia y mucho miedo. No sabíamos qué hacer», abundaba Cristóbal Cruz, otro vecino testigo del averno que se declaró en su barrio a eso de las 3.00 de la madrugada. Una gran explosión e inmediatamente personas deambulando, corriendo, gritando, en pijama o desnudas y con la piel quemada. Entre ellos, niños…
Una vecina comentaba que evitaron que algunos afectados se lanzaron a la calle presos del pánico por verse abrasados. «Se querían tirar desde los balcones, pero con escaleras de mano les hemos bajado».
Can Espinós es un barrio marginal de Gavá habitado por una inmensa mayoría de personas de etnia gitana, vinculados entre sí por lazos familiares y muchos originarios de Granada, y por inmigrantes magrebíes. «Aquí todos somos Fernández», resumía una vecina, y a su lado un enjuto anciano destacaba las buenas relaciones entre los gitanos y «castellanos» del barrio, algunos de ellos emparentados.
Lo que mancha el nombre del barrio es el mercadeo de droga que hay en el bosque que circunda las casas que lo forman. Un breve paseo entre arbustos y uno cuenta decenas de envoltorios de jeringuillas vacíos. Y restos de papelinas.
Los Mossos acuden al lugar a menudo para disuadir el tráfico de «yonquis», «camellos» y clientes esporádicos, según explica Manuel, un ex convicto y ex adicto que ahora vive «de la caridad».
Mercadeo de droga Cuenta Manuel que la explosión, en plena madrugada, movilizó incluso la solidaridad de los «camellos» y de los llamados «punteros» (los que se sitúan a pie de la carretera que rodea el barrio para captar clientes a comisión para los narcos), que por allí pululaban y presenciaron el estallido.
«Sé de algún «puntero» que tras la explosión ha ido a rescatar a una niña herida que había quedado atrapada debajo de un coche», desvelaba, aunque enseguida te paraba los pies para que fueras a hablar con ellos: «No quieren hacer declaraciones. La mayoría son inmigrantes en situación irregular y no les interesa hablar».
Visto lo visto, mejor seguir mirando el suelo que otear «punteros» dubitativos, porque además de agujas hipodérmicas ayer había que sortear cascotes de unas viviendas que el gas desahució.
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