La Policía británica registró el despacho del diputado 'tory' sin una orden judicial
El Mundo, , 04-12-2008La polémica sobre el arresto de Damian Green ensombrece la solemne apertura del periodo de sesiones Nunca resonó con tanto eco la vara negra del black rod como en la mañana de ayer. Y no porque Kevin MacLeod aporreara la puerta de la Cámara de los Comunes con más empeño que sus predecesores, sino porque su gesto simboliza la sacrosanta independencia del Parlamento, en entredicho estos días por el arresto del diputado conservador Damian Green.
Para entender la carga metafórica del ritual, conviene explicar quién es el black rod y por qué golpea el portón de la Cámara de los Comunes. Una vez al año, la Reina acude al Parlamento, se ciñe la corona imperial, enuncia el programa legislativo del Gobierno y declara inaugurado el periodo de sesiones. En los prolegómenos del acto, que se celebra en la Cámara de los Lores, uno de sus miembros – el black rod – cruza el palacio para dar el aviso en la otra cámara de que la Reina solicita su presencia. Los diputados, sin embargo, le cierran la puerta en sus narices. El black rod la golpea con una vara negra y dentro preguntan quién llama. Sólo cuando comprueban que es él y que no viene armado, le abren y van al encuentro de la Monarca.
El ritual data de 1642 – el año en que Carlos I intentó arrestar a cinco diputados – y es el símbolo supremo de la inviolabilidad de los parlamentarios británicos, a los que no alcanza siquiera el codicioso brazo de hierro de la monarquía.
Si ayer la vara del black rod resonó más que de costumbre fue precisamente porque esa inviolabilidad está comprometida. El motivo: el arresto del diputado conservador Damian Green. Según la policía, Green instigó a un funcionario del Ministerio del Interior a que le filtrara documentos muy comprometedores para el Gobierno. Green fue detenido hace una semana por nueve agentes de la división antiterrorista. El arresto vino precedido de un aparatoso operativo que incluyó la requisa de sus ordenadores y su teléfono móvil, y el minucioso registro de sus dos viviendas y su despacho parlamentario.
Fue este último aspecto el que centró ayer los recovecos de la polémica. Los conservadores querían saber quién, cuándo y por qué autorizó a la policía a penetrar en la Cámara de los Comunes. Amenazaban con una protesta formal o después del discurso de la Reina y con forzar la dimisión del responsable de la Cámara, Michael Martin.
Al final, esperaron a escuchar las explicaciones de Martin, que anunció la celebración de un debate especial el próximo lunes y la creación una comisión de siete miembros que investigue lo sucedido.
La del speaker Martin fue una declaración temblorosa y titubeante que, sin embargo, dejó sobre la mesa datos muy relevantes. El más llamativo es que la policía penetró en el Parlamento sin orden de registro. Ni Martin ni la responsable de seguridad de la Cámara, Jill Pay, se la pidieron. Al contrario, aceptaron la solicitud de los agentes a pies juntillas. Es decir, sin saber que podían cerrar el paso al requerimiento de los agentes y sin preguntar si había de por medio una orden de registro. Especialmente difícil es la posición de Pay, a la que la Policía informó de todos los detalles de la operación. Cuándo y por qué dio su visto bueno son preguntas cuyas respuestas probablemente acaben forzando su dimisión. No así la del speaker Martin: el escándalo hace inviable su reelección, pero se puede decir que ha salvado el cuello momentáneamente.
La pelota está ahora en el tejado de la ministra del Interior, Jacqui Smith, que hoy hará una declaración oficial sobre lo sucedido. Hasta ahora, su actitud ha irritado a la oposición. Asegura que no fue informada del arresto de Green pero no sólo se niega a condenarlo sino que defiende la actuación policial.
En este punto conviene recordar que Smith fue la víctima de las filtraciones de Green. La más sonada, la de un documento que certificaba que el Interior había arreglado los papeles de más de 500 inmigrantes clandestinos y los había contratado como guardias de seguridad.
Gordon Brown – que como Smith sigue sin condenar el arresto – echó mano de los dos argumentos del Gobierno. El primero, que Green fue el instigador activo de la filtración y no sólo el beneficiario pasivo de ella. El segundo, la defensa de la independencia de la Policía y del funcionariado. Argumentos que el líder conservador, David Cameron, desmontó presentando a Green como un diputado cuyo único delito ha sido hacer públicas verdades incómodas para el Gobierno y al que la pasividad malintencionada del speaker – y tal vez de la ministra – habían dejado a merced de la arbitrariedad de la Policía.
elmundo.es
Vídeo:
Isabel II en el acto solemne.
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