Entre los 60 refugiados que Ineke Koops ha acogido en su casa figuran dos menores de edad de origen africano, una chica de la República de Bening, de 14 años, y un varón guineano, que llegaron en momentos distintos a su hogar.

“Al tratarlos y conocer su historia entendí que los menores africanos carecen de bases sólidas en cuanto a la educación o a la formación laboral y me sentí más comprometida con ellos, para ayudarlos a encontrar un buen futuro”, señaló esta profesora, ya jubilada.

“Me interesé por la historia de África y me sorprendí al comprobar que ese continente ha sufrido cuatro siglos de esclavitud y un siglo de colonización”. Ineke Koops reflexionó sobre la situación y, después de leer el informe de la organización internacional, pensó que los presuntos “abusos” de los menores también podrían ser parte de otra forma de esclavitud.

“Como católica, y seguidora de San Francisco, dentro de la orden tercera para laicos, imaginé que los inmigrantes de hoy son los leprosos modernos, rechazados por sus contemporáneos, y me decidí a visitar a los franciscanos de las Islas para ver si ellos pensaban igual y cómo atender mejor a estas personas inmigrantes”, indicó.