Collidors con nombre ajeno

La necesidad de ganar dinero empuja a inmigrantes sin papeles a subemplearse o hacerse pasar por otros

Las Provincias, VICENTE LLADRÓ, 26-11-2008

La necesidad agudiza el ingenio, y la urgencia por ganar algo de dinero para poder comer despierta cualquier picardía, como la que despliegan a diario algunos inmigrantes sin papeles, o con ellos en regla pero sin la suerte de haber sido contratados en las tareas de recolección citrícola, para intentar colarse en cualquier cuadrilla que vaya a recoger naranjas o clementinas.

La picaresca en la recolección de cítricos se manifiesta sobre todo de estas maneras: operarios que tratan de hacerse pasar por otros o que engordan una cuadrilla sin constar previamente su presencia y desaprensivos que se aprovechan de la precariedad o la situación irregular de algunos trabajadores, los cuales se ven empujados por la necesidad y se ofrecen a cualquier precio, en condiciones a la baja.

Estamos en plena campaña de recolección citrícola pero, a diferencia de otros años, ahora hay más oferta de mano de obra que demanda. Se nota la crisis, hay muchos collidors improvisados, que vienen sobre todo de anteriores ocupaciones en la construcción. Junto a ellos, también recién llegados, gente sin toda la documentación al día.

Todos se acercan de buena mañana, casi de madrugada, a los lugares donde se han enterado que pueden encontrar algo. Unos se lo dicen a otros, unos llevan a otros. También hay intereses cruzados. Se conocen casos de trabajadores extranjeros que cobran a sus compañeros por cederles trabajo o por facilitárselo. Cuanto menos, les cobran por el viaje diario, no menos de seis euros.

El inmigrante recién llegado a este tinglado desconoce sus recovecos, no sabe quién es el dueño del campo ni quién contrata ni a cómo pueden pagar otros. Ha de confiar en el de al lado. Terreno abonado para la picaresca.

Las empresas comercializadoras de cítricos (privadas o cooperativas) no quieren problemas de ningún tipo, no quieren ilegales, no desean verse mezcladas en denuncias o altercados. Las multas de la Inspección de Trabajo pueden llegar a 6.000 euros por trabajador irregular. Pero tampoco tienen capacidad para gestionar día a día la contratación de un número considerable de trabajadores y comprobar si están en regla o no. De ahí el auge de las empresas de trabajo temporal que han crecido en el sector. Se han especializado mucho en esta tarea y dan un servicio puntual. Las cosas han cambiado mucho en la recolección de naranjas y hoy son minoría las cuadrillas de expertos locales.

Cada jornada se transmiten a las ETTs las necesidades de personal de cada almacén, en función de la cantidad de fruta que ha de recolectar al día siguiente. El trabajo de estos especialistas es suministrar los trabajadores requeridos y repartirlos en cuadrillas ajustadas a la carga de cada camión o al tonelaje que se va a recoger de cada finca. La firma citrícola paga por el servicio realizado y la ETT abona a las cuadrillas lo acordado. Naturalmente, estas entidades no son ONGs, son empresas, con sus costes y necesidades de beneficios.

Es lógico que lo que paga el almacén por cada kilo no sea la misma cantidad que el contratador paga al collidor, porque se queda la parte que le corresponde. Y ahí nace la polémica. Unos se quejan de que reciben menos de lo establecido en el convenio (2 euros por caja de mandarinas y 1,20 en naranjas), otros argumentan que los reajustes se deben a descuentos por mermas en el peso y por recoger fruta no comercial, que en ningún caso se paga menos del jornal fijado en el convenio, 49 euros, y que lo normal es sacar más por jornada. Por jornada trabajada, se entiende, porque otro handicap es que la climatología o las necesidades de mercado obligan a que muchos no tengan trabajo de forma cotidiana y que no les salgan las cuentas a final de mes. En la construcción ganaban más, naturalmente.

Cada mañana se agolpan numerosos grupos de inmigrantes alrededor de cada ordenador portátil con el que los empleados de las ETTs controlan la identidad de los contratados y su situación regular. “Es que ocurre a veces que unos intentan hacerse pasar por otros, y hay que mirarlo bien, con un lector digital de huellas”, explica uno de estos operarios especializado, mientras da instrucciones a los africanos que lo rodean, para que mantengan el turno y no le agobien. Después se repiten los controles en el campo, porque en ocasiones se incorporan otros o se cambian durante el trayecto.

Tras los incidentes del lunes por la mañana en el Mas del Jutge de Torrent, cuando un millar de inmigrantes se amotinaron, la firma que tiene la sede en dicho lugar, Aire Interim, ha decidido repartir los puntos de control en varios lugares más próximos a las zonas de recolección, para evitar grandes concentraciones y nuevos riesgos de altercados.

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