Algo huele a podrido en Puntlandia
Acusan al Gobierno de esta república somalí de amparar las actividades piratas y el tráfico de personas hacia Yemen
El Correo,
,
23-11-2008
En los últimos meses, el mundo parece desayunarse entre la zozobra y el surrealismo. Tan fantástico se antoja como para que, cualquier mañana, el sistema bancario mundial se bambolea peligrosamente y que los piratas hayan regresado para hacerse con un superpetrolero y saquear todo un océano tropical. Sobre el futuro económico no hay certezas y tampoco en relación a los hilos que mueven a los émulos de Barbarroja.
El problema del corsarismo se ha explicado sucintamente apelando al caos en el que se halla sumida Somalia, un Estado fallido convertido en el escenario de pugnas entre señores de la guerra. Sin embargo, el puerto de Eyl, una de las guaridas de los asaltantes, se encuentra en una zona supuestamente estable, ribereña del golfo de Adén, allí donde los criminales tienen su habitual teatro de operaciones. Puntlandia se encuentra bajo sospecha.
En los años posteriores al derrumbe de Somalia surgieron varias entidades políticas que intentaron recomponer su mapa político. Algunas no tuvieron demasiada fortuna como Gulmudug o Jubalandia, mientras que otras parecieron gozar de más fortuna, como Somalilandia, la antigua colonia somalí dependiente de Reino Unido, o la mencionada Puntlandia, en el extremo nororiental, allí donde culmina el cuerno de África.
Hace una década, Abdullahi Yusuf Ahmed proclamó su independencia y, desde entonces, la república, carente de reconocimiento internacional, ha seguido una política de vaivenes bélicos internos. Algunos han sido provocados por la intención de perpetuarse en el poder de su promotor, otros se derivan de la pugna fronteriza con la vecina Somalilandia por la posesión de regiones limítrofes donde, según avezadas compañías de explotación canadienses y australianas, abundan los yacimientos petrolíferos y de gas. Paralelamente, el nuevo régimen, desde su posición de privilegio, participaba en las disputas al sur, sobre todo a medida que las bandas islamistas afianzaban su hegemonía.
Ahora, mientras los analistas hacen cuentas sobre la repercusión en los precios de los fletes y los seguros marítimos, se olvida que aquel oasis político al norte de Mogadiscio constituía ya el germen de una estructura de talante mafioso y que, antes de sistematizar su ataque a los buques que atraviesan el mar Rojo, ya se lucraban con el no menos criminal tráfico humano entre África y Asia.
La opinión pública desconoce que las pateras no sólo inician su incierta travesía desde algún lugar de la costa magrebí. La Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía asegura que tan sólo este año 350 inmigrantes han perecido en el intento de llegar a Europa, mientras que Médicos sin Fronteras denuncia que, tan sólo en el 2007, 30.000 personas cruzaron el desierto para llegar a la costa de Somalilandia y Puntlandia, y 1.400 murieron ahogadas en su deseo de alcanzar los arenales de Yemen. Las estimaciones de las ONG hablan de 35.000 víctimas desde 1991.
Comercio de armas
La postura oficial es de rechazo sin paliativos del tráfico de personas y la piratería, pero ha habido pruebas de conexiones, siquiera puntuales, entre la clase dirigente y los grupos que participan en los lucrativos negocios. También se señala a Bossaso, la capital, como el epicentro de ambos mercadeos y plaza principal para el floreciente comercio de armas de toda condición.
El Gobierno actual del general Mohamud Muse Hersi, cuya política represiva de la libertad de expresión también ha sido denunciada por Reporteros sin Fronteras, ha manifestado su impotencia material para combatir la delincuencia organizada, pero en esta Sicilia de nuevo cuño, donde la fidelidad tribal supone una máxima incuestionable, resulta difícil creer que no existan connivencias o que la impunidad sea tan sólo fruto de la falta de medios que sufre la Administración local.
El presidente del Consejo Transicional Federal, la coalición que pretende reunir los retales de lo que un día fue un país, también apela a la imposibilidad de controlar a este nueva élite criminal y llama al apoyo militar internacional para recuperar su hegemonía frente a las siempre activas guerrillas islámicas como manera eficaz de restaurar el orden. Este hombre, identificado como el ‘Karzai somalí’, se llama Abdullahi Yusuf Ahmed, sí, el mismo creador de la controvertida Puntlandia, el refugio de los piratas modernos, y, curiosamente, se encuentra en la cúspide del clan Darod, el mayoritario en esa moderna isla de la Tortuga a la que arriban los galeones cautivos del siglo XXI.
(Puede haber caducado)