Odio a migrante se rechazó en misa y velatorio

El Universo, RICARDO VASCONCELLOS R., 17-11-2008

| NUEVA YORK, EE.UU.

En este condado de EE.UU. es común que antiinmigrantes persigan, insulten y ataquen a jornaleros.

Decenas de personas se reunieron la noche del sábado en una iglesia de Long Island para recordar a Marcelo Lucero, el inmigrante ecuatoriano cuya muerte, el pasado 8 de noviembre, en la localidad de Patchogue, en el condado de Suffolk, es considerada por las autoridades un crimen de xenofobia. En el velatorio se rechazó el odio a los hispanos.

El asesinato de Lucero, por una pandilla de jóvenes blancos, en la que se mezclaron dos con antecedentes hispanos y un afroamericano, vuelve a poner en la prensa el nombre de Suffolk, considerado junto al condado de Nassau (Long Island) un infierno de odio racista contra los hispanos.

El asesinato de un inmigrante ecuatoriano, Marcelo Lucero, por una pandilla de cuatro jóvenes blancos, en la que se mezclaron dos con antecedentes hispanos y un afroamericano, ha vuelto a poner en los medios de comunicación el nombre del condado de Suffolk, considerado junto al de Nassau, en Long Island, como un infierno de odio racista contra las comunidades hispanoamericanas.

Justo en Suffolk está la que es considerada en todos los estudios sobre prejuicios raciales como la ciudad más violenta en Estados Unidos: Farmingville.

En esta comunidad de 16 mil habitantes las agresiones contra jornaleros hispanos es cosa de todos los días, aunque las denuncias policiales son escasas. ¿La razón?: las víctimas temen ser arrestadas por Inmigración y deportadas. Además, otros indocumentados no están dispuestos a servir como testigos por la misma causa.

La feroz persecución contra la comunidad hispanohablante se ha extendido en el último lustro a otras ciudades como Brentwood, Islip, Bedford, Babylon y una docena más, a las que se agregó el hasta hace pocos días pacífico villorrio de Patchogue, donde los pandilleros terminaron con la vida de Lucero, un dedicado y respetuoso residente legal que vivía hace 16 años en Estados Unidos y laboraba en una tintorería.

Enrique González, de 23 años, quiteño domiciliado en Farmingville, narra con miedo: “Si vas caminando por las calles, desde los carros te lanzan botellas, huevos y te gritan cosas feas. Aquí uno ya no se siente  tranquilo y los trabajos han empezado a escasear, pues todas las empresas han empezado a pedir papeles”.

González recuerda que hace poco, cuando salía de un supermercado, un vehículo se lanzó contra una acera donde estaban parados varios inmigrantes que se salvaron milagrosamente de morir arrollados. “La policía dijo que era un accidente, pero los testigos sabemos que fue un acto criminal” afirma.

Anna Poppe, conductora de un programa en la estación Radio Fórmula, de Long Island, considera que el clima que se vive en Suffolk es “hostil” para los inmigrantes. 

“Muchos hispanos llaman llorando todos los días a la radio y me dicen que ya no soportan más la situación, que se sienten perseguidos como si hubieran cometido un crimen mayor”, expresa Poppe.

“En Suffolk los grupos antiinmigrantes persiguen a los jornaleros, los agreden verbalmente, les lanzan botellazos sin que alguien haga algo para detenerlos”, asevera.

Ese “alguien” a quien se refiere Poppe es el ejecutivo del condado, Steve Levy, considerado un líder de la lucha contra los inmigrantes y quien propuso una ley para que ninguna empresa dé trabajo a los indocumentados y los dueños de casas no les alquilen sus viviendas o los echen si ya estaban allí.

Campaña antiinmigrante
La frenética e intimidante campaña de Levy cuenta con el apoyo de la Policía que acosa a los jornaleros y de grupos de supremacistas raciales que se encargan de los castigos, incluidos el secuestro, las golpizas, la tortura y la ejecución.

El discurso de Levy machaca a diario que los indocumentados son causantes de todos los males del condado, elevan el costo de los servicios locales como la educación y las emergencias en salud y no pagan impuestos.

En Bedford un par de jardineros que cortaban césped contaron a un reportero de El Diario La Prensa en mayo de este año: “En Suffolk hay mucho racismo. Nos atacan por todos lados, pero al mismo tiempo nos buscan para que arreglemos sus jardines”, indicaron.

Submundo de los jornaleros
En los últimos años decenas de miles de hispanos aterrizaron en Long Island, un excelente lugar por su calidad de vida y por las ofertas de trabajo bien remunerado. Mexicanos, salvadoreños y ecuatorianos fueron las nacionalidades predominantes que tomaron a su cargo todo tipo de trabajo que los estadounidenses consideran poco atractivos: la limpieza de las famosas mansiones de los Hamptons, el mantenimiento de centros turísticos, riesgosas labores en la construcción, hasta el cuidado de ancianos y el cultivo de viñedos.

Seth Forman, jefe de planificación de la Long Island Regional Planning Board, señaló que la información del censo del 2007 mostraron que la población de indocumentados en Long Island llegó a un pico de 113.683 en el 2006. Los hispanos fueron, según esta fuente, el 12,4% de los residentes en el condado de Nassau en el 2007, y el 13,3% en Suffolk.

Luis Valenzuela, director de la Long Island Inmigrant Alliance, sostiene que un estudio publicado en el 2007 por un profesor de la Adelphi University, señala que los residentes latinos contribuyeron con casi un billón de dólares a la economía de Long Island.

La inmensa mayoría de estos inmigrantes formaron una comunidad laboriosa y honrada, pero no faltaron los problemas, entre ellos el desorden, el ruido y la aparición de pandillas como la temida Mara salvatrucha, de origen centroamericano.

Los que no encontraron un trabajo estable decidieron situarse en lugares estratégicos como las afueras de las inmensas tiendas de materiales de construcción y adecuación de casas llamadas “Home Depot”, donde podían ser contratados para cualquier trabajo.

Un reporte de The New York Times publicado este año reveló que el papel de los jornaleros es decisivo en la economía del estado neoyorquino. El 49% de ellos fueron contratados por propietarios de casas y el 43% por empresarios de la construcción. Se encontró que las tareas más frecuentes eran las de obreros de la construcción, jardineros, instaladores de techos, pintores y plomeros.

El reporte añadió que tres de cada cuatro de estos jornaleros eran inmigrantes indocumentados y que más de la mitad de ellos dijeron que sus patronos los habían estafado con sus sueldos en los dos meses previos. Los trabajadores habían ganado en promedio 10 dólares por hora y 1.200 al mes. Solo un pequeño grupo ganó más de 15 mil al año, cifra que, supuestamente, supera el índice de pobreza de acuerdo con el gobierno federal. La crisis económica por la que atraviesa Estados Unidos ha agravado el panorama de los jornaleros hispanos, pues la mayoría confesó que solo logran ser contratados tres días a la semana en promedio. Para ello deben esperar a los interesados soportando un sol canicular en el verano y un frío polar en el invierno.

El año pasado una camioneta se acercó a un grupo de mexicanos en Fargminville y pidió subir a dos de ellos para un “trabajo”. Fueron llevados a un garaje donde sus “empleadores” sacaron bates de béisbol y los masacraron hasta dejarlos por muertos. No hubo provocación alguna, solo al odio racista hacia los hispanos.

Es que cualquier hispano puede encontrarse en Suffolk con un grupo de estos jóvenes agresivos que visten anchos pantalones y portan cadenas. Marcelo Lucero fue uno de ellos y lo pagó con su vida.

Asesinado
El ecuatoriano Marcelo Lucero fue asesinado la madrugada del pasado 9 de noviembre en el condado de Suffolk, en Long Island, Estados Unidos, con una puñalada en el pecho por parte de siete jóvenes que salieron a “cazar mexicanos”.

Procedencia
Lucero tenía 37 años, era soltero y oriundo de Gualaceo, en la provincia del Azuay, residía hace 16 años en Estados Unidos en condición legal, donde laboraba como planchador en una tintorería.

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