La inmigración extiende el chagas

La enfermedad, que transmite un chinche, se puede convetir en una pandemia en países ricos donde no existía hasta ahora

El Mundo, RAMY WURGAFT. Corresponsal en Latinoamérica, 17-11-2008

El insecto se mueve en círculos por el cristal y aún cuando el jefe del laboratorio garantiza que no escapará, los visitantes tomamos una distancia prudente. Luego de varios intentos, Raúl Alzogaray, lo atrapa con las pinzas y lo rocía con una sustancia viscosa. «Estamos probando un nuevo insecticida, basado en aceites esenciales.

Si da resultado, será un avance más en la lucha contra esta chinche», explica Alzogaray, miembro del Centro de Investigación de Plagas e Insecticidas (CITEFIN). De apariencia inofensiva la vinchuca conocida científicamente como Triatoma infestans es el principal transmisor del mal de Chagas, una enfermedad que mata al año 50.000 personas en América Latina, donde es endémica.

Cerca de 100 millones de latinoamericanos (el 25% de la población) corre el riesgo de contraerla, sobre todo en áreas rurales de bajo nivel socio-económico.

Mientras la afección estuvo acuartelada en los bolsones de miseria de la región subtropical, los laboratorios comerciales y los grandes centros investigativos no le prestaron mayor atención.

La alarma se disparó a comienzos del 2007, cuando se observaron dos notables cambios en el perfil epidemiológico de la vinchuca. En el Chaco, una provincia del norte de Argentina, muy maltratada por la enfermedad, se detectaron dos focos de insectos resistentes a los pesticidas sintéticos que se vienen aplicando desde los años 70.

De forma simultánea, la Organización Mundial de la Salud (OMS) publicó un estudio sobre la propagación del insecto fuera de su habitat natural, como resultado de las migraciones humanas. El mapa muestra una flecha que sale desde Bolivia, donde cerca del 20% de la población (1.2 millones de personas) padece la enfermedad y otra que arranca de Paraguay, con una tasa de infección del 8%, en dirección a los países más afluentes de la zona.

En Argentina, donde cerca de dos millones de personas son chagásicas, el vector apunta hacia Buenos Aires, aunque se han encontrado colonias de vinchucas en Tierra del Fuego donde la temperatura media es de solo 9,4º C. «El espacio predilecto de la vinchuca son los ranchos de adobe con techo de paja de las zonas cálidas. De día se esconde en las grietas de esas viviendas rústicas y de noche sale de caza. Pero hemos descubierto que también se adapta a los hogares con calefacción», comenta Andrés Ruiz, director del Instituto Nacional de Parasitología (INP).

El contagio se produce cuando el insecto hematófago se posa sobre su víctima mientras duerme, le chupa hasta dos centímetros cúbicos de sangre y enseguida defeca sobre la herida. El individuo se rasca y al hacerlo, las heces con su carga de Tripanosoma cruzi, el parásito que causa la enfermedad, penetran en el torrente sanguíneo.

La multiplicación de aquel protozoario en las células, puede provocar graves desórdenes neurológicos, la dilatación del esófago y muerte súbita por la inflamación del miocardio.

Lo más asombroso es que la vinchuca haya logrado burlar las barreras profilácticas de Estados Unidos. El insecto o sus huevos viajan de polizón en las maletas de los emigrantes clandestinos, se asientan en las precarias viviendas que habitan y comienza a proliferar.

Según el Centro Médico de la Universidad de Maryland, unos 500.000 norteamericanos han contraído el mal a través de picaduras o por otras vías, como la donación de órganos o transfusiones de sangre.

Tan pronto como emigró al Primer Mundo, el mal de Chagas, cambio de etiqueta: no es más una afección exótica, sino una pandemia en ciernes.

Los más prestigiosos investigadores se movilizaron para combatirla. La Universidad de Uppsala (Suecia), el Instituto para la Investigación del Genoma (Estados Unidos) y la Fundación Osvaldo Cruz (Brasil) se asociaron para analizar por medio de la genética, como se defiende el Tripanosoma de la respuesta inmunológica del huésped.

La Universidad de Buenos Aires, trabaja en un compuesto similar al olor que emana del cuerpo humano, capaz de burlar los instintos de la vinchuca. El antes mencionado doctor Andrés Ruiz, logró curar a nueve pacientes que sufrían de miocardiopatía chagásica, mediante el trasplante de células madre de la médula ósea. «Todo lo que se haga por erradicar este mal es correcto. Pero la solución pasa por mejorar las condiciones de vida y educar a la gente en hábitos de limpieza y profilaxis», concluye el doctor Ruiz.

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