La ley del silencio en Santiago
ABC, 16-11-2008P. GARCÍA – BAQUERO
CÓRDOBA. Sólo el ruido de una excavadora irrumpe en el silencio del barrio de Santiago. La figura de una mujer con delantal vestida de riguroso negro se entrevé por la persiana azul que cubre uno de los portales de esta colina rodeada de olivos en Bujalance. Los vecinos no quieren saber nada de la trifulca en la que un payo disparó en la cabeza a un gitano el pasado domingo. Si hablan de esto, la cosa puede ir a mayores. Unas casas más abajo, donde la distancia parece ser un seguro de vida, una de las vecinas sí comenta que la pelea del domingo duró desde las dos de la tarde hasta que se llevaron al hospital al herido a eso de las ocho. Una tarde movidita. Pese a lo que se pueda pensar, no es una lucha entre payos y gitanos. «No somos racistas, no es eso. Hay dos familias malas. Una de payos y otra de gitanos», comenta un vecino. Las peleas se suceden desde 2005 en esta barriada donde conviven «castellanos y gitanos».
Uno de los vecinos critica la actuación de la Benemérita y dice que el autor de los tiros del pasado domingo se ha paseado impunemente por el barrio durante los últimos tiempos mientras estaba en búsqueda y captura. Y que los agentes no hicieron nada para detenerlo, a sabiendas, según ellos, de que iría al cobijo de la casa de su madre, en este cerro bujalanceño.
La madre del joven que recibió una paliza en 2007 vive en la parte baja del barrio de Santiago y se tiene que cruzar diariamente con los que apalearon a su hijo y luego lo embistieron con el coche. «Estamos a la espera de juicio, yo no me meto con ellos, pero a mi casa que no vayan porque no van a salir de vacío», asegura. Y es que la convivencia aunque todos lo nieguen, de puertas para afuera, es difícil.
Apaleado y atropellado
Esta vez fue un gitano el que le apaleó a su hijo payo, pero las disputas son de forma indistinta, asegura. De hecho, su hijo está casado con una joven gitana de la que no tiene ningún problema. «Ella y toda su familia son buena gente, normales, no como los otros».
El cartero del pueblo, jubilado después de casi 40 años de ir casa por casa, se conoce el barrio al dedillo. Comenta que con los graves incidentes de Mancha Real, en los años 80, vinieron muchos gitanos al pueblo, pero no suponen un problema. Van a los mismos colegios que los niños payos y hacen la vida normal. Su versión coincide con la de otro vecino, con el que conversa, en asegurar que sólo son unas familias más conflictivas las que arman el lío.
De hecho, al menos, hasta el pasado martes, la Guardia Civil vigilaba el barrio de Santiago a la espera de calmar los ánimos. Alguno apuntaba que había venido al pueblo el patriarca de los gitanos, «un tipo con una cola en el pelo», para poner orden y que se le podría ver merodeando por una de las chatarrerías de la colina. Sin embargo, otras vecinas comentan que el Ayuntamiento es demasiado benévolo y es como «Bujalance Acoge», y todo el que viene es bien recibido sin saber ni sus antecedentes. Una de las bujalanceñas decía que «si un gitano va al Ayuntamiento porque no tiene de comer le dan, si eres castellano, no». El alcalde no quiso hablar de este incidente a ABC.
Mientras tanto, en la UCI se debate entre la vida y la muerte un gitano al que su vecino payo se la tenía jurada. Parte de la venganza ya se ha ejecutado. El padre del presunto agresor fue apaleado por un grupo de vecinos en el centro del pueblo. Cristales rotos, chapa abollada y dolor en el alma. Es la ley de un barrio enfrentado.
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