Son adolescentes, probablemente unos pillos, porque a pesar de su juventud están acostumbrados a buscarse la vida: primero en Marruecos, después en las calles de Ceuta y Melilla, hasta que llegaron a Galicia.

Por ello, el recurso más fácil que han encontrado los centros vascos que embarcaron a los menores marroquíes rumbo a A Coruña es cuestionar la palabra de estos jóvenes, decir que mienten y que, como debería corresponder a semejante currículum vital, se fugaron.

Menos mal que el fiscal ha tomado declaración a los menores acogidos en Galicia y concluye que dicen la verdad. Y no solo eso. El hecho de que se haya constatado la llegada de más de veinte jóvenes, que el fiscal investigue la forma de operar de varios centros y que denuncias similares se produjeran en Asturias hace un año hace pensar que la práctica de enviar a menores a otras comunidades no es tan esporádica.