«Aquí estamos mejor, en el País Vasco había mucha más gente»
La Voz de Galicia, , 11-11-2008Faisar, marroquí, es uno de los menores que llegaron a Ferrol desde un centro de Bilbao
Faisar, marroquí, es uno de los menores que llegaron a Ferrol desde un centro de Bilbao
Llegó a España bajo los ejes de un camión; a Ferrol, sobre ruedas, sentado a bordo de un autobús de línea regular con un billete pagado desde el centro de menores de Amorebieta, próximo a Bilbao. Faisar es uno de los siete marroquíes que llegaron en los últimos meses y que, después de un largo periplo por la Península, acabaron en la ciudad naval. En total, el centro de menores Soutomaior, dependiente de Vicepresidencia da Igualdade e do Benestar, acoge a dieciséis adolescentes, de los cuales casi la mitad llegaron derivados del País Vasco, según testimonios de internos recogidos por La Voz.
Faisar dice que once de ellos son marroquíes. En lo que ello significa no se pone de acuerdo ni el propio personal. Algunas fuentes rechazan que supongan mayor conflictividad y otras reclaman ayuda especializada para garantizar su atención e integración social. Faisar lo tiene claro. «¿Sois más conflictivos los marroquíes?». «Sí», responde con la sonrisa y la mirada de alguien que ha vivido más de 16 años. «¿Por qué?». Un leve encogimiento de hombros responde a la pregunta. «No lo sé», dice. El centro vizcaíno del que procede vivió etapas de saturación y en los últimos años sufrió numerosos incidentes protagonizados por internos. Tres meses en Ferrol le bastan para afirmar que «aquí estamos mejor que en Amorebieta, allí había mucha gente», resume.
Su peregrinaje en busca de un porvenir comenzó en la ciudad de Tan Tan, en la frontera del Sáhara Occidental con Marruecos. Allí se subió a un camión y se agarró a sus bajos mientras un ferri lo transportaba a Fuerteventura. Tras unos meses en Canarias, «unos amigos» le pagaron un billete en avión que lo llevó hasta Barajas, y de Madrid al País Vasco. «¿Por qué allí? Porque era el País Vasco… allí era más fácil conseguir los papeles», asegura. Pero no logró su objetivo. Antes, alguien se encargó de sacarle un pasaje para Galicia. «Fue el director del centro de Vizcaya», asegura.
De Marruecos se marchó a escondidas de su familia. Ahora los suyos saben que está bien. Un año en España le ha bastado no solo para buscarse la vida, sino para adquirir un dominio inusual del español. Su vida en el centro de menores ferrolano transcurre por el momento con tranquilidad y rodeado de compatriotas, algunos de ellos, viejos conocidos de su paso por Amorebieta.
Faisar juega al fútbol con Ibrahim, un compañero marroquí, también de 16 años, que no quiere hablar de una historia que se percibe similar. Los acompaña Didier, un guineano con papeles, dice, que llegó a Ferrol hace tres años, y otros jóvenes magrebíes y subsaharianos con un denominador común: haberse entregado a la policía para que los internasen en un centro.
Al menos cuatro de ellos siguieron este proceso, vía A Coruña. A preguntas de los agentes, en la ciudad herculina explicaban que dormían en la calle porque eran menores inmigrantes e indocumentados. Las fuerzas de seguridad se encargaban entonces de avisar a personal médico: un simple examen de las manos, según relata Faisar, les servía para corroborar la edad, y de ahí, a Ferrol.
El internado en Soutomaior le proporciona ahora una vida confortable. «No pienso escapar», dice Faisar. Aguarda quedarse hasta que cumpla los dieciocho años, edad a la que, afirma, podrá dejar el centro. Y afrontar el futuro, ya con papeles.
(Puede haber caducado)