Veinte años de muerte

ABC, LUIS DE VEGA. CORRESPONSAL | RABAT, 10-11-2008

Eran las ocho de la mañana del Día de Todos los Santos de 1988. Una patrulla de la Guardia Civil localizó en la playa de Los Lances de Tarifa una barca de madera de unos cinco metros de eslora. En su interior el cuerpo ahogado de un joven.

¿Uno de tantos desembarcos de hachís tan de moda entonces? Eso parecía, pero no. Ese muerto no había traficado con droga. Había tratado de traficar con una vida mejor y se había ahogado en el intento.Ese joven sin identificar es el primero de una lista de varios miles de personas que, según las organizaciones de derechos humanos, han fallecido en estas dos décadas tratando de llegar a tierras españolas. Los muertos que llegan como peleles a tierra firme se cuentan.

De los que pasan a integrar la dieta de los peces en el fondo del mar, no hay demasiados datos fiables, sobre todo porque ha habido siniestros a cientos de kilómetros de tierra en los que no ha habido supervivientes y que han quedado sin documentar. El Atlántico y el Mediterráneo se guardan para si esa siniestra cifra. Sí sabemos que desde que se abrió a finales de 2005 la ruta de los cayucos entre África y Canarias el número de víctimas se ha multiplicado porque las travesías son mucho más largas y las expediciones más numerosas.

La Guardia Civil estimó que entre enero de 2006 y septiembre de 2007 más de 1.250 emigrantes habían muerto camino del archipiélago, cifra que algunas ONG elevaron hasta 7.000. Andalucía Acoge y la Asociación Pro Derechos Humanos de Andalucía (APDH) estiman que en estas dos décadas 18.000 personas han muerto o han desaparecido intentando llegar como emigrantes sin papeles a las costas andaluzas o canarias. Aquel primer desgraciado de Tarifa había salido en la madrugada del 1 de noviembre de 1988 de la orilla de enfrente, de los alrededores de Tánger, en una aventura integrada por 23 personas. Sólo cuatro fueron localizados con vida vagando por la carretera nacional 340 al rato de que los guardias encontrasen el cadáver y la barca, que todavía no se llamaba patera.

Del hachís a los «sin papeles»

Ildefonso Sena, con las sábanas pegadas por la hora y por la fiesta, no sabía tampoco que aquel reportaje, con foto incluida en la portada del «Diario de Cádiz», iba a pasar a la historia.Era el primero de cientos de naufragios y desembarcos que se iban a documentar en la Península, en Canarias y ahora también en Baleares (ayer mismo llegó una patera a la isla de Cabrera con once tripulantes a bordo).

«Ya en 1987 habíamos cubierto algunas detenciones de emigrantes irregulares», explica Sena refiriéndose a las primeras expediciones vinculadas al tráfico de hachís. «La Guardia Civil los detenía en grupos de 6 ó 7 y pensaba que es que ya se habían deshecho de los fardos de droga. Después supimos ya que no eran porteadores sino emigrantes».

En las horas y días siguientes a aquel primer naufragio el estrecho de Gibraltar acabó por reconocer la dimensión de la tragedia. «Estuvimos sacando cadáveres durante varios días», recuerda Manuel Prado. Nueve cuerpos más llegaron a Tarifa, otro a Ceuta y uno más a Algeciras. Siete, fueron dados por desaparecidos para siempre, y los cuatro afortunados, enviados de vuelta a Marruecos.

Ni SIVE, ni vallas

Aún quedaban además casi seis años para que, más al sur, desde las playas marroquíes de Tarfaya, dos saharauis fueran los pioneros en llegar en patera a Fuerteventura, en las islas Canarias. Fue el 28 de agosto de 1994, como relata Pepe Naranjo en su libro «Cayucos». Otro presagio de lo que ocurre cada mañana, cada periódico.

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