Los 'sin techo' buscan abrigo en Bilbao
El albergue invernal, que se abre el día 27, atrae a gente de toda España, pero primará a quienes lleven tres meses en las calles de la ciudad
El Correo,
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10-11-2008
A las nueve menos diez hay gente esperando a la entrada del albergue de Mazarredo. Una señora vestida de gris, a juego con su pelo, se ha acomodado en las escaleras con sus dos perritos, que dormirán atados a la pata de la cama tal como ella les ha enseñado. A primera vista está muy lejos de los cuatro jóvenes que matan el tiempo charlando, pero allí dentro todos tienen su litera, su consigna y, probablemente, una bandeja de medicamentos que lleva su nombre. Las puertas se abren de nueve a once y los radiadores ya están a pleno rendimiento. Enseguida se nota el calor.
El centro de noche «de baja exigencia» del Ayuntamiento de Bilbao, que este mes ha cumplido tres años, funciona con pocas normas, las justas para que 32 personas puedan dormir más o menos tranquilas en una misma habitación. Gente que llega «rebotada de otros servicios sociales» o, directamente, de la calle. Cada mañana vuelven a salir a las nueve menos cuarto, pero éste no es un lugar de paso. El 73% de los usuarios se quedan más de cuatro meses y «hay gente que lleva más de dos años con nosotros», explican los educadores. A otros se les pierde la pista. «Si faltan tres veces sin avisar, pierden la plaza».
En el mismo edificio que acoge el albergue, tan cerca y tan lejos del Guggenheim, se abrirá el 27 de noviembre el dispositivo invernal: 50 plazas hasta finales de abril y otras 50 de reserva por si se produce una ola de frío. Los dos alojamientos tienen distintos perfiles. En el de baja exigencia el porcentaje de inmigrantes es del 35%, y en el que sólo funciona durante el invierno se duplica. Aquí las plazas se reservan para una semana y siempre hay lista de espera. Cada noche se quedan fuera entre 10 y 15 personas, según el balance del año pasado.
El ‘efecto llamada’ de este refugio contra el frío, un recurso poco habitual, se escucha ya incluso antes de que abra sus puertas. «Otras ciudades están pendientes de cuándo abrimos para mandar gente», afirma el concejal de Acción Social, Ricardo Barkala. La última consulta llegó «de Extremadura». Este año se va a dar especial prioridad a las personas que lleven al menos tres meses viviendo en las calles de Bilbao, y a las que los servicios sociales conocen bien. Cada quince días actualizan el censo de los ‘sin techo’, 77 según el más reciente, que buscan cobijo en rincones como el quiosco de El Arenal, el puente de Miraflores, los solares vacíos de Zorrozaurre, cajeros o soportales.
Para los trabajadores es un éxito conseguir que «el núcleo duro» de los indigentes, los que aparecen en la lista con nombre propio, acepte entrar en el circuito de los albergues, con más o menos normas, y tratar sus enfermedades o adicciones. «Al final, la calle desgasta tanto que mata», asume el jefe de sección de Inclusión y Urgencias Sociales, Txema Duque. En Bilbao han fallecido cinco personas sin hogar en lo que va de año, la última en la rotonda de Amezola el pasado 11 de octubre por causas naturales.
Para ahorrarse la pensión
El objetivo del albergue invernal, además de protegerles del frío, es tender puentes. De las 345 personas que durmieron en las instalaciones el pasado invierno, 49 «iniciaron procesos de incorporación social». 22 de ellas encontraron trabajo y otras pasaron a alojamientos más estables. También se detectó un «considerable aumento de usuarios de origen marroquí» – entre ellos jóvenes que acaban de salir de centros forales – y de gente de paso «que llevaba menos de un mes en Bilbao», junto a algunos casos de picaresca. «Hay quien duerme en pensiones e intenta ahorrarse el gasto», afirma el director del área de Acción Social, Juan Félix Madariaga.
Este año se reforzará el control cuando las bajas temperaturas hagan aún más evidente la falta de equipamientos para personas sin hogar en Vizcaya. Bilbao – con 187 plazas aparte del dispositivo invernal – «está dando respuesta a toda la metrópoli, más de lo que le corresponde», enfatiza Barkala, que no duda de que el informe que está elaborando la Diputación concluirá «que tiene que haber más albergues». En el refugio invernal se intenta dejar tres plazas libres para casos de urgencia que lleguen a través de la Policía, el hospital o el equipo de calle, aunque a veces la demanda se desborda y hay que ocuparlas.
La asociación Bizitegi, que gestiona este servicio, destaca en su informe «la extraordinaria experiencia de convivencia» de este grupo tan heterogéneo. Fue un invierno «muy tranquilo» salpicado de protestas de personas que se quedan sin plaza y con un total de doce expulsiones, sólo tres definitivas por agresiones físicas o verbales. La mayoría se producen por faltas leves como fumar, beber alcohol o lavar ropa.
«Las camas son cómodas pero hay gente que me pone nervioso», escribió uno de los huéspedes en los cuestionarios que se reparten al final de la temporada, donde califican el servicio con un notable. Las mejores notas son para los educadores, «que están a favor de la razón y no siempre protegen a los mismos». Piden que el albergue «se abra antes para no pasar tanto tiempo en la calle», aunque la sugerencia más elocuente se resume en pocas palabras: «poder entrar todos».
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