Los chinos peinan el barrio
Los originarios de China notan la crisis, pero siguen con su expansión en Barcelona. Tras los bares, se abren a negocios de todo tipo, como peluquerías
La Vanguardia, , 09-11-2008Las estadísticas dejan claro que los chinos no figuran en los primeros puestos entre las comunidades de inmigrantes en Barcelona. Lo que nadie duda, sin embargo, es que son de los más emprendedores y perseverantes.
Sí, trabajan como chinos.
A partir de los datos de la Unión de Asociaciones Chinas, que preside Lam Chuen Ping, en Catalunya hay más de 6.000 establecimientos – adheridos a la patronal Pimec- que están bajo su control. Cerca de 3.000 se ubican en la capital, donde han seguido creciendo pese a la crisis, que también perciben, según se desprende de los testimonios de sus máximos responsables. Pero, al ser negocios casi siempre familiares, cuentan con mayor margen de maniobra. Si en el censo de este 2008 constan unos 13.000 ciudadanos registrados de ese país, esto significa que uno de cada cuatro se dedica a1 comercio.
Su importancia en la economía local trasciende estos días a lo global gracias al Business Bridge – puente de negocios- que una delegación catalana emprendió ayer a diversas metrópolis, de Shanghai a Hong Kong, hasta el día 15. El alcalde Jordi Hereu encabeza esta misión en la que se embarcaron directivos de 38 empresas y representantes de seis instituciones. Uno de los objetivos – explica Lam Chuen Ping, que colabora en la organización de este intercambio- no sólo es conseguir que se abran las puertas en China, sino que Barcelona se convierta en punto de destino del capital de que disponen los empresarios de su país para invertir en cuestiones como energías renovables o tecnología. “Europa es muy importante para China – añade- y Barcelona puede ser la plataforma para conectar con África o Sudamérica”.
Esta habrá de ser, sostiene Lam, la que denomina como la tercera fase, la de los promotores que salen en busca de nuevos horizontes y están dispuestos a colaborar con sociedades occidentales, después de que el gigante asiático haya sido proveedor de mano de obra y de que ejerza de gran fábrica para la exportación. De momento, y aunque haya dificultades para el entendimiento idiomático – a veces muy difícil-, la habilidad mercantil de los chinos inmigrados les lleva a infiltrarse en cualquier distrito, en cualquier barrio, en todos los rincones de la capital catalana. Pocas palabras, las justas, y una sonrisa siempre a punto ante cualquier adversidad. Así han superado la barrera física del gueto, al estilo del Fondo de Santa Coloma, para compartir sus negocios, puerta con puerta, con el personal autóctono, al que en muchas ocasiones desbordan.
Su capacidad les ha abierto nuevos horizontes. Después de servirse de los restaurante propiamente chinos, con rollitos de primavera, dragones y faroles rojos, se hicieron con el control del comercio mayorista del textil. Se adueñaron de los almacenes de la calle Trafalgar y su entorno. De ahí pasaron al mercado de la baratija. Su penúltimo peldaño consistió en hacerse con los bares de toda la vida, los de menús, cañas o tortilla de patatas. Esta tendencia, que se empezó a ver de forma clara a principios del pasado año – “Los chinos toman la barra”, publicó La Vanguardia el 11 de marzo del 2007-, todavía ha ido a más en estos últimos meses. ¿Quién no conoce o quién no tiene cerca de su casa o de su trabajo un bar con nombre de aquí, de pa amb tomàquet,y propietarios originarios de allá lejos?
El aperturismo de estos catalanes nouvinguts se ha enriquecido con nuevos frentes bajo una premisa similar. En la calle Dante, por ejemplo, detrás de los escaparates de Modas Paco o Calzados Medina se encuentran jóvenes orientales, casi siempre con problemas para expresarse cuando el visitante se identifica como periodista. Hay floristerías, agencias de viajes, cibercafés, tiendas de material para la hostelería y la refrigeración, negocios de telecomunicación o imprenta, establecimientos fotográficos que hacen reportajes de boda, videoclubs, supermercados y fruterías – sector en el que compiten con los pakistaníes- o, sobre todo, peluquerías, con masaje incluido.
Estos locales han surgido como setas desde aquel marzo del 2007. En un radio de unas cinco manzanas del Eixample, en el entorno de paseo de Sant Joan-Gran Via, al menos nueve de estos negocios se localizaron en un paseo sin ánimo de llegar a conclusiones científicas. El fenómeno, sin embargo, no se circunscribe a un solo distrito. Trasciende a toda la ciudad. En el paseo Maragall, Xuan comenta que sus padres llegaron a Barcelona hace unos diez años. Abrieron un restaurante. Ahorraron. Él es la segunda generación. Le han puesto la peluquería. “La educación de la segunda generación es muy importante”, remarca Lam Chuen Ping. “Conocen mejor la ciudad, se sienten más integrados y esto les hace ser más atrevidos. Estos negocios promueven la convivencia. Hemos roto barreras”.
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