El rescate de dos embarcaciones en el mar de Alborán con un centenar de ciudadanos sin papales a bordo y la investigación abierta por la Fiscalía de Galicia por la presunta llegada irregular de menores extranjeros procedentes del País Vasco remiten a dos de los rostros más inquietantes que ofrece la inmigración en nuestro país. El goteo de cayucos que siguen arribando a las costas españolas cuestiona los resultados de las medidas y de los mensajes que buscan disuadir a los ilegales de emprender un viaje cada vez más incierto no sólo por su desarrollo, sino por los efectos de una crisis económica que está ensanchando la vulnerabilidad del colectivo inmigrante. En paralelo, la entrada habitual de menores no acompañados viene generando problemas de acogida y de arraigo que, con independencia de la denuncia planteada en Galicia, requieren de la coordinación efectiva y leal entre las distintas instituciones y de planes específicos que traten de asegurar su integración normalizada.