«Nos mandaron a Galicia porque allí no había sitio ni para dormir»

La Voz de Galicia, Alberto Mahía, 09-11-2008

Dos menores internados en A Coruña reconocen que les pagaron el autobús

Dos menores internados en A Coruña reconocen que les pagaron el autobús

Son unos aventureros que conocen al dedillo la geografía española por los equipos de fútbol y porque, según denuncian, «nos mandan de un sitio a otro porque nadie nos quiere». Tienen «mucho frío» en A Coruña y mantienen viva la esperanza de que aquí les va a ir bien, que terminarán encontrando un trabajo, conocerán a una chica española, «que son muy guapas», y uno de ellos hasta anuncia que le dará trabajo a su hermano en el negocio que monte en unos años. Son dos de los 23 chicos que desde agosto llegaron a A Coruña procedentes del País Vasco.

Se bajaron del tren con unas monedas en el bolsillo y sin más equipaje que su desparpajo. Ni una muda. Ni un pantalón. Nada. Solo un papel en el que se podía leer: «Policía Municipal. María Pita número 1». A esa dirección es adonde tenían que dirigirse en cuanto se bajaran del autobús para solicitar su acogimiento en un centro. «Nos dijo un hombre de Vitoria que al llegar teníamos que enseñar la hoja a un policía y pedir un centro de menores», comenta el más alto, el que mejor domina el diccionario de español urgente, el que sirve para buscarse la vida cuando se anda solo por el mundo con 15 años.

Uno es alto y el otro habla poco. Uno lleva dos años en España y el otro nueve meses. Uno está contento en A Coruña, el otro prefería Vitoria. Uno es del Barcelona y el otro del Madrid. Se conocieron hace un mes en el centro, pues en Vitoria uno de ellos apenas estuvo una semana, cuando su hoy amigo ya había viajado a Galicia. Hablan de todo cuanto se les pregunta, pero del centro Zabaltzen de Vitoria prefieren no decir mucho. Solo que los mandaron a Galicia «porque allí no había sitio para dormir».

Les dieron a elegir. Les preguntaron si tenían familia en algún lugar de Europa. Uno no tenía. El otro contó que su padre vive en Francia pero que casi no lo conoce. «Me dijeron que si me gustaba A Coruña. Yo la conocía por el Deportivo y porque un amigo había venido aquí, pero ya no sé dónde está ahora. Dije que sí quería venir para encontrar a ese amigo, pero no sé nada de él», explica el más alto.

Curso de albañil

Son musulmanes, aunque poco practicantes. Están contentos en el nuevo centro, pero por lo que dicen están deseosos de volar, de «buscarnos la vida», de «encontrar un trabajo». A pesar de la comodidad que tienen ahora, se quejan de que «nadie nos quiere ayudar». ¿Qué necesitáis? El que menos habla lo hace ahora claro: «Un curso de albañil y un trabajo». Su amigo, el alto, tiene otras miras. Se ve con un negocio.

¿Por qué cruzaron el Estrecho? En Marruecos, dice el alto, «estaba muy mal. Mi madre es pobre y tengo muchos hermanos. Además, mi madre está ahora casada con otro señor que es malo conmigo». El más callado prefiere no hablar de su pasado. A su amigo no le importa contar que la primera vez que pisó España fue hace dos años, en Ceuta. Allí estuvo unos meses en un centro, hasta que, también por la saturación de aquel edificio, lo enviaron a Madrid. Allí conoció a unos compatriotas. Estuvo con ellos después de pasar unas semanas en un centro de acogida, pero esos amigos decidieron un día buscar fortuna en Francia. Se subió a un coche con ellos y al llegar al País Vasco «me dejaron porque tenían miedo que los detuvieran por ir con un chico que no tenía papeles». Porque este muchacho no tiene papel alguno que lo identifique. Ya salió de Marruecos sin ellos. «Me dijeron que era mucho mejor no tener papeles, porque así en España no te expulsan a tu país», reconoce.

¿Y si os expulsan ahora del país? «Nos dijeron que no, que nos iban a dar los papeles», dicen muy confiados.

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