Hace un par de años, Canarias pidió ayuda al resto de las comunidades porque era incapaz de acoger al elevado número de menores inmigrantes que iban llegando a sus costas. Algunos Gobierno autónomos, en un gesto de solidaridad, abrieron las puertas de sus centros para recibir a estos adolescentes. Curiosamente, una de esas comunidades fue el País Vasco.

Sin embargo, algunas instituciones vascas han dado un giro en su política. Ahora lleva a los menores a la estación de autobuses, les compra un billete, los embarca, solos, rumbo a Galicia, y les dice que se dirijan a una comisaría y allí pidan que los manden a un centro de menores.

Aunque la avalancha de los sin papeles haya generado un grave problema en España, no puede servir de excusa para tratar a los jóvenes inmigrantes como si fueran una mercancía, un paquete que puede ser enviado de un lado al otro del país. Es una extraña forma de entender la solidaridad entre las comunidades, por cierto ahora tan cuestionada.