La lección
Diario Sur, , 07-11-2008RESULTA ridícula la suficiencia con que algunos analistas europeos, y en particular españoles, se felicitan de que el pueblo americano al fin haya alcanzado la mayoría de edad para la elección de un presidente negro – ¿ya era hora! – como si EE. UU. aprobase así una asignatura pendiente ya superada aquí desde hace décadas. Aplauden al otro lado del Atlántico con una arrogancia intelectual mal disimulada, con un punto perdonavidas. En alguna página de algún periódico, sin embargo, ha quedado colgada la pregunta de un experto en relaciones exteriores del Senado de EE. UU. al ser interrogado sobre la elección de este hijo de un africano negro y una mujer de Kansas: «¿Podría pasar esto en Europa, en España? ¿Se elegiría presidente a alguien mitad español mitad dominicano, o ecuatoriano, o marroquí?». Es una buena pregunta porque la respuesta resulta incómoda: no. Rotundamente no es aún verosímil la hipótesis de un líder del PSOE o el PP que sean, según la terminología popular peyorativa, medio moro o medio sudaca. Es más, ni siquiera para una alcaldía grande o para presidir una comunidad autónoma. Seguramente ni siquiera una comunidad de vecinos. Eso queda realmente lejos.
Los partidarios del multiculturalismo defienden el relativismo para juzgar el mundo, desde los musulmanes integristas a las tribus del África más cruel; pero rara vez están dispuestos a aceptar la singularidad histórica de los herederos del Mayflower, su religiosidad simple y su sacralización absoluta de la libertad del individuo hasta castigar incluso con la muerte el abuso de ésta. Por supuesto su historia brillante tiene episodios siniestros, pero ¿cuál no? y en todo caso, antes de darles lecciones, hará falta mucho recorrido para que los hijos de los marroquíes quemados bajo el plástico de Almería, o los braceros nigerianos, las domésticas de Paraguay o incluso el barman argentino, adquieran aquí ese reconocimiento social. De momento, un partido en España sólo colocaría a un inmigrante entre el puesto cuatro y diez de una lista electoral y para darse un barniz. Está en la lógica histórica, pero el primer presidente negro en EE. UU. es un hito lejano para la vieja Europa donde cunden los partidos xenófobos – con Le Pen o el PNBritánico en records, la Lista de Pim Fortuyn en Holanda, el Vlaams Block en Bélgica, Dinamarca, Austria o Suiza, incluso Alemania – y se mira la Ley Bossi – Fini como una referencia.
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