Derechos multicolores

El Correo, FRANCISCO DURAND, 07-11-2008

C hicago es la ciudad que formó en política a Barack Obama. Su larga historia de separación espacial entre distintas etnias y nacionalidades – hay zonas italiana, irlandesa, polaca y mexicana, además de una negra, muy pobre – la convertía en el lugar ideal para cualquier licenciado en Derecho interesado en los derechos civiles; así que allí estuvo Obama en los 80, recién graduado en Harvard. Fue en ese despertar político en el que descubrió que la cuestión de la discriminación de las minorías raciales estaba cambiando. No sólo vivió la experiencia de los remanentes de la vieja segregación contra los negros, sino también su renacimiento. La discriminación en Chicago o Detroit se gestó tras la Guerra Civil, cuando los ex esclavos migraron a las áreas industriales escapando del Sur racista y sufrieron una nueva exclusión en una región en teoría abolicionista. Se formaron guetos negros, que hoy continúan siendo abrumadoramente pobres. Los he visitado, y aún guardo las impresiones de esa mala mezcla de pobreza y color de piel. En la medida que los pobres conviven y compiten en similares espacios, Obama pudo asistir también a la discriminación de los mexicanos. Una diversificación racial que aceleraron los inmigrantes latinos y de Asia, haciendo rebrotar la cuestión de los derechos civiles en los 90.

Ése fue el ambiente en el que Obama conoció a su esposa y a sus primeros aliados políticos. Fue en Chicago donde el hoy presidente aprendió a ir más allá del gueto, más allá del apoyo negro, y acercarse no sólo a los nuevos afroamericanos, sino también a cualquier ciudadano que compartiera los ideales de ensanchar los derechos civiles y hacerlos realmente efectivos, empezando por su defensa, siguiendo con las movilizaciones y terminando en las campañas por el voto. Una de sus actividades más importantes fue hacer que en Chicago se inscribieron como votantes cerca de 150.000 electores de las minorías. Su jefe hace 25 años, Jerry Kellman, predijo que Obama iba a ser el heredero de Luther King aunque no fuera «negro, negro». O quizá precisamente por no serlo, porque en el siglo XXI los problemas de derechos civiles en EE UU son como él, multicolores.

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