EL triunfo de Barack Hussein Obama

La victoria de Obama no sólo es un triunfo electoral, sino que también entierra décadas de separación y discriminación de los afroamericanos

El Correo, JUANMA MALLO, 06-11-2008

El círculo de la vergüenza, de la discriminación, de la separación racial, se ha cerrado. El triunfo de Barack Hussein Obama supone más que un cambio en el rumbo de Estados Unidos. El primer presidente negro del gran imperio no habría escalado a esta cota si una serie de ‘hermanos’ no hubiesen batallado por el reconocimiento de los derechos civiles y su igualdad ante la ley. Es decir, peleado porque las personas negras se convirtieran en eso, en personas, y no se quedaran en meros parias; simples esclavos al servicio de los blancos, objeto de burlas y de palizas. Esa lucha contra la segregación comenzó hace más de cincuenta años. Y culminó a las 5.01 horas del miércoles en España con un afroamericano en el trono más influyente y poderoso del planeta: en el Despacho Oval.
Existen divergencias sobre el instante exacto en el que nació el movimiento por los derechos civiles. La mayoría de analistas, sin embargo, sitúan ese nebuloso chispazo en el 1 de diciembre de 1955, aunque antes ya se habían producido algunos disturbios en lugares como Chicago, pequeña patria de Obama. Hace casi 53 años, Rosa Parks se negó a ceder su asiento a un blanco en un autobús público de Montgomery (Alabama), como dictaba la ‘ley Jim Crow’. La reacción de las autoridades resultó contundente: la activista fue encarcelada por haber «perturbado el orden».
Estalló la revolución. Surgieron las revueltas; eso sí, casi siempre de carácter pacífico. Y brotó una figura que con el tiempo se convirtió en el símbolo de la lucha contra la segregación racial. Un pastor baptista casi desconocido. Martin Luther King, un graduado en Sociología que lideró el boicot contra los autobuses municipales de Montgomery para desbaratar la exclusión racial. Lo consiguió después de 382 días de celoso trabajo. Y en 1956, la Corte Suprema de Estados Unidos declaró que la segregación en el transporte vulneraba la Constitución.
Primer éxito
Primer éxito. Pero aún faltaban muchos pasos, demasiados, para la equiparación entre blancos y negros. Derechos políticos, educativos… El triunfo en Alabama inspiró nuevas acciones de la Asociación Nacional para el Avance del Pueblo de Color (NAACP, por sus siglas en inglés). Se centró en el ámbito escolar y se dirigió a Arkansas, uno de los estados del sur más avanzados en aquellos tiempos. Fallaron. El gobernador, Orval Faubus, ordenó a la Guardia Nacional evitar la entrada de nueve estudiantes negros en un centro de Little Rock. La decisión de Faubus enojó hasta al presidente Eisenhower, que envió a la 101ª División Aerotransportada para permitir a los jóvenes que cursaran sus estudios. La presencia militar, sin embargo, no les libró de insultos, escupitajos y demás vejaciones por parte de sus ‘compañeros’ blancos, algunos influidos por el Ku Klux Klan, que formaron un vergonzoso pasillo para recibirles.
Fue una sufrida victoria. De hecho, el sufrimiento ha marcado está lucha, que buscó acciones cada vez más imaginativas. En 1960 se produjeron las primeras sentadas antisegregacionistas para destrozar la exclusión en las tiendas. Eran reivindicaciones pacíficas, con los participantes vestidos de un modo elegante. Carolina del Norte, Atlanta… Lo más sonada y mejor preparada, en cambio, se escenificó en Greensboro (California). Cuatro estudiantes negros solicitan comida en un bar. El propietario no les atiende y ellos se niegan a irse. Durante seis meses, adolescentes de todo el sur siguen este pionero ejemplo. Y no sólo en comercios, también en parques, playas, librerías, cines… Pese a propugnar la no violencia, algunas de estas maniobras se sofocan con golpes y una desmesurada respuesta policial, que empleó perros y cañones de agua para dispersar las protestas.
Al mismo tiempo, continuó la presión en autobuses de otros estados. Y en 1962, la Universidad de Mississippi aceptó al primer estudiante negro. Se llama James Meredith. Su admisión, a la que se opuso de un modo vehemente el gobernador del estado, provocó enormes alborotos el 30 de septiembre. Peleas que causaron la muerte de dos personas, uno de ellas un periodista francés, y heridas por armas de fuego a cerca de 70 miembros del Ejército, que habían acudido, precisamente, para evitar reyertas. A pesar del odio, Meredith se licenció en Ciencias Políticas en 1964.
Durante su estancia en la universidad, el resto de componentes del NAACP prosiguieron su combate. 1963 se erigió en año de gran trascendencia para esta batalla, aparte del anecdótico Oscar que se embolsó por ‘Los lirios del valle’ Sidney Poitier, primer actor negro con este galardón. Hubo ocupaciones de edificios, protestas en iglesias e incluso un acto para el registro de votantes negros en Birmingham (Alabama). Esta acción, sin embargo, provocó el arresto de múltiples activistas, Martin Luther King entre ellos. Desde prisión, incomunicado, el premio Nobel de la Paz de 1964 escribió, en los márgenes de diversos periódicos, su memorable ‘Carta desde la cárcel de Birmingham’ el 16 de abril. Tres días más tarde la administración Kennedy le liberó.
Pero no se habían producido aún las imágenes más crueles. En mayo, cerca de mil estudiantes se dirigieron hacia el centro de Birmingham con un lema «¡Queremos libertad!». Este gesto no gustó a las autoridades, en especial a Bull Connor, jefe de policía y miembro del Ku Klux Klan, pesadilla de la lucha antisegregación. Se frenó a los jóvenes con perros, ladrillazos, chorros de agua… Esta represión quedó grabada por múltiples cámaras de televisión y provocó una nueva marcha. En esta ocasión, los agentes se negaron a tomar represalias.
Con JFK a la cabeza, el Gobierno asumió la necesidad de activar la igualdad racial, de erradicar la segregación. De esta forma, presentó al Congreso el proyecto de ‘Ley de Derechos Civiles’. Su aprobación, en cambio, se demoró y se organizó la marcha sobre Washington, del 28 de agosto. Más de 250.000 personas se reunieron frente al Monumento a Lincoln. Allí, Luther King deleitó con su famoso discurso ‘I have a dream’ (‘Yo tengo un sueño’). «Marchamos hoy por el empleo y la libertad, pero no tenemos por qué sentirnos satisfechos, porque centenares y millares de nuestros hermanos no están aquí…», arrancó.
El impulso de JFK
La lucha continuó. El asesinato de JFK, figura clave, retrasó un poco más esa anhelada ley. Pero su sucesor Lyndon B. Johnson sacó adelante el ‘Acta por los Derechos Civiles’. El Gobierno federal se arrogaba la potestad de vetar la discriminación. De esta manera, se ponía fin a la segregación por raza, color, religión y origen nacional.
Poco después era asesinado, al segundo intento en un semana, Malcolm X, histórico activista en favor de la minoría negra estadounidense. También el Ku Klux Klan mató a varios voluntarios del ‘Verano por la Libertad’, que se encargaban de educar y de registrar electores afroamericanos, que ahora son el 10 % de la población.
Sin embargo, no todo fueron malas noticias en 1965. Se aprobó la ‘Ley de Derechos Electorales’, que permitió a los negros ejercer el sufragio. Quizá por eso, un año más tarde, Edward Brooke se convirtió en el primer afroamericano elegido senador por el voto popular. Al mismo tiempo, aquel estudiante negro de la Universidad de Mississippi sufría una agresión en una peregrinación interracial de Memphis a Jackson. La fotografía de ese instante ganó el prestigioso premio Pulitzer en 1967, cuando Thurgood Marshall entró en la Corte Suprema. Fue el primer negro de este órgano judicial, que declaró inconstitucional prohibir los matrimonios interraciales.
Pero la trayectoria de Luther King se cortó de raíz. En 1968, hace justo 40 años, fue asesinado. El líder no pudo ver la escena de Tommie Smith y John Carlos en el podio de los 200 metros libres de los Juegos de México. Con el puño enfundado en un guante negro, después de ganar y pulverizar el récord del mundo el primero y quedar tercero Carlos, reivindicaron el ‘black power’. De inmediato, fueron expulsados de la villa olímpica y del equipo yanqui.
Los pasos hacia la teórica normalización continuaron. Aunque el racismo aún latía. A principios de los setenta se aprueba la ‘Ley de Igualdad de Oportunidades de Empleo’ para atajar la discriminación laboral. La demócrata Shirley Chrisholm es la primera afroamericana que se postula a la nominación presidencial. Ya en los ochenta, Jesse Jackson, que ayer lloraba al ver a un triunfador Obama, recauda 1.218 votos en la convención ‘azul’ para la carrera hacia la Casa Blanca. Se quedó en el camino.
El Despacho Oval, en cambio, ya piensa en afroamericanos para cargos de honor. Colin Powell se erige en Jefe del Estado Mayor Conjunto (las Fuerzas Armadas de EE UU), tres años antes de que Los Ángeles padeciesen en 1992 unos disturbios que se saldaron con la muerte de 50 personas por la absolución de unos policías que habían golpeado a un negro. En 1993 se abolía la esclavitud en Virginia de modo efectivo.
Más tarde, Powell será secretario de Estado con George W. Bush. En el segundo gabinete, Condoleezza Rice sucede a Powell en el cargo, como máxima responsable de las relaciones internacionales del gigante. Ahora Obama cierra al círculo, aunque algunos sectores, minoritarios, aún exudan cierto racismo.

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