ELECCIONES EE.UU. La celebración del parque Grant fue un puente entre la rebelión de los sesenta y la nueva identidad de EE. UU.
"Ha tardado mucho"
La Vanguardia, , 06-11-2008Para forofos de la música soul – y hubo muchos en la gran euforia del parque Grant de Chicago el martes- no pasó inadvertida la referencia camuflada de Barack Obama a las luchas afroamericanas de los sesenta en su histórico discurso de victoria. “It´s been a long time coming” ( “ha tardado mucho”), dijo el presidente electo, una frase icónica de la canción de Sam Cooke A change is gonna come,de 1963, un himno de la lucha por derechos civiles.
Obama parece ser el enlace entre la revolución de las minorías de los sesenta, cuna de la compleja política de identidad estadounidense, y un futuro en el que ya no habrá minorías, al menos en el sentido político de la palabra. A partir del 2040, según las tendencias demográficas actuales, los blancos serán minoría en todo Estados Unidos. Ya lo son en grandes metrópolis como Nueva York, Los Ángeles o Chicago – que se divide casi a partes iguales entre blancos, negros e hispanos-. La multitud juvenil y multiétnica en el parque Grant (unas 200.000 personas según el ayuntamiento) era un microcosmos de esta América del futuro.
Veinteañeros afroamericanos y blancos se felicitaban con high fives y fist bumps,lenguaje corporal de barrio negro, gestos ya más estadounidenses que el apretón de manos. Estudiantes de origen asiático se emocionaron al ver a Barack y Michelle Obama besarse como si se tratase de Jay Z y Beyoncé. Los pocos hispanos en Grant Park parecían ser otros ejemplos de un progresismo aún más sociológico que político que emerge de este arco iris demográfico. “Si algo ha cambiado en Estados Unidos es la conciencia – dijo Miguel Ángel González, un estudiante hispano de 19 años-. Tanta gente, tan involucrada… Mis padres dicen esto no se había visto desde los sesenta”.
En un acelerón de la historia política de EE. UU. que produce vértigo en el establishment de Washington – aún mayormente blanco, masculino y mayor de 50 años-, Obama ha metido la etnicidad variopinta del parque Grant en la Casa Blanca décadas antes de que llegue a la sociedad. En el desglose del voto, según sondeos a pie de urna, los afroamericanos encabezaron la rebelión . El 66% de hispanos y de jóvenes en general votaron por Obama; el 62% de asiáticos y el 95% de afroamericanos le votaron, frente a sólo el 43% de los blancos, principalmente por los recelos de los blancos de más edad. En el parque Grant lucían camisetas que rezaban “Yes, we did” ( “Sí, lo hicimos”), parafraseando el histórico eslogan hispano de César Chávez, y dobles retratos de Obama y Martin Luther King. Pero con esta fusión de los sesenta y un futuro multiétnico – y quizás posracial-, el eslogan más acertado era: “Barack to the future” ( “Regreso al futuro con Barack”, un juego palabras).
Y si Estados Unidos se parece cada vez más a las metrópolis multiétnicas de Chicago, el resto del mundo se parece cada vez más a Estados Unidos, el país forjado y renovado por la inmigración y las complejas identidades plurinacionales. Obama acerca este país plural a un mundo de migraciones masivas que cada vez más parece su reflejo. Inmigrantes asiáticos y africanos celebraron a la victoria en Chicago ayer con la misma pasión que los visitantes alojados en los hoteles del centro. “Obama entiende del mundo porque es de diferentes lugares, África Indonesia, Hawái”, dijo Yudo Handoko, de 32 años ciudadano de Indonesia, donde Obama creció. Africanos afincados en EE. UU. se mostraron eufóricos con Obama mientras en Nairobi hubo bailes en la calle: “Es maravillosos; mi hijo también va a poder ser presidente”, dijo Amara Diarrassouba, un taxista de Costa de Marfil.
Pero Obama, pese a ser su máximo representante, es también el principio del fin de la política de identidad, cuyos orígenes se encuentran en las luchas negras, chicanas, feministas y gais de los sesenta y setenta. Y, recorriendo los barrios pobres del sur, quedó claro que la verdadera clave de su victoria es la crisis económica. “Obama sólo empezó a subir en los sondeos cuando ya quedaba claro que la crisis era grave”, dijo Walter Benn Michaels, ayer en una conversación con La Vanguardia en Chicago. Benn Michaels, crítico acérrimo de las políticas de identidad, cree que Obama simboliza una nueva fase en la conciencia de clase so-
Para forofos de la música soul – y hubo muchos en la gran euforia del parque Grant de Chicago el martes- no pasó inadvertida la referencia camuflada de Barack Obama a las luchas afroamericanas de los sesenta en su histórico discurso de victoria. “It´s been a long time coming” ( “ha tardado mucho”), dijo el presidente electo, una frase icónica de la canción de Sam Cooke A change is gonna come,de 1963, un himno de la lucha por derechos civiles.
Obama parece ser el enlace entre la revolución de las minorías de los sesenta, cuna de la compleja política de identidad estadounidense, y un futuro en el que ya no habrá minorías, al menos en el sentido político de la palabra. A partir del 2040, según las tendencias demográficas actuales, los blancos serán minoría en todo Estados Unidos. Ya lo son en grandes metrópolis como Nueva York, Los Ángeles o Chicago – que se divide casi a partes iguales entre blancos, negros e hispanos-. La multitud juvenil y multiétnica en el parque Grant (unas 200.000 personas según el ayuntamiento) era un microcosmos de esta América del futuro.
Veinteañeros afroamericanos y blancos se felicitaban con high fives y fist bumps,lenguaje corporal de barrio negro, gestos ya más estadounidenses que el apretón de manos. Estudiantes de origen asiático se emocionaron al ver a Barack y Michelle Obama besarse como si se tratase de Jay Z y Beyoncé. Los pocos hispanos en Grant Park parecían ser otros ejemplos de un progresismo aún más sociológico que político que emerge de este arco iris demográfico. “Si algo ha cambiado en Estados Unidos es la conciencia – dijo Miguel Ángel González, un estudiante hispano de 19 años-. Tanta gente, tan involucrada… Mis padres dicen esto no se había visto desde los sesenta”.
En un acelerón de la historia política de EE. UU. que produce vértigo en el establishment de Washington – aún mayormente blanco, masculino y mayor de 50 años-, Obama ha metido la etnicidad variopinta del parque Grant en la Casa Blanca décadas antes de que llegue a la sociedad. En el desglose del voto, según sondeos a pie de urna, los afroamericanos encabezaron la rebelión . El 66% de hispanos y de jóvenes en general votaron por Obama; el 62% de asiáticos y el 95% de afroamericanos le votaron, frente a sólo el 43% de los blancos, principalmente por los recelos de los blancos de más edad. En el parque Grant lucían camisetas que rezaban “Yes, we did” ( “Sí, lo hicimos”), parafraseando el histórico eslogan hispano de César Chávez, y dobles retratos de Obama y Martin Luther King. Pero con esta fusión de los sesenta y un futuro multiétnico – y quizás posracial-, el eslogan más acertado era: “Barack to the future” ( “Regreso al futuro con Barack”, un juego palabras).
Y si Estados Unidos se parece cada vez más a las metrópolis multiétnicas de Chicago, el resto del mundo se parece cada vez más a Estados Unidos, el país forjado y renovado por la inmigración y las complejas identidades plurinacionales. Obama acerca este país plural a un mundo de migraciones masivas que cada vez más parece su reflejo. Inmigrantes asiáticos y africanos celebraron a la victoria en Chicago ayer con la misma pasión que los visitantes alojados en los hoteles del centro. “Obama entiende del mundo porque es de diferentes lugares, África Indonesia, Hawái”, dijo Yudo Handoko, de 32 años ciudadano de Indonesia, donde Obama creció. Africanos afincados en EE. UU. se mostraron eufóricos con Obama mientras en Nairobi hubo bailes en la calle: “Es maravillosos; mi hijo también va a poder ser presidente”, dijo Amara Diarrassouba, un taxista de Costa de Marfil.
Pero Obama, pese a ser su máximo representante, es también el principio del fin de la política de identidad, cuyos orígenes se encuentran en las luchas negras, chicanas, feministas y gais de los sesenta y setenta. Y, recorriendo los barrios pobres del sur, quedó claro que la verdadera clave de su victoria es la crisis económica. “Obama sólo empezó a subir en los sondeos cuando ya quedaba claro que la crisis era grave”, dijo Walter Benn Michaels, ayer en una conversación con La Vanguardia en Chicago. Benn Michaels, crítico acérrimo de las políticas de identidad, cree que Obama simboliza una nueva fase en la conciencia de clase so-
Para forofos de la música soul – y hubo muchos en la gran euforia del parque Grant de Chicago el martes- no pasó inadvertida la referencia camuflada de Barack Obama a las luchas afroamericanas de los sesenta en su histórico discurso de victoria. “It´s been a long time coming” ( “ha tardado mucho”), dijo el presidente electo, una frase icónica de la canción de Sam Cooke A change is gonna come,de 1963, un himno de la lucha por derechos civiles.
Obama parece ser el enlace entre la revolución de las minorías de los sesenta, cuna de la compleja política de identidad estadounidense, y un futuro en el que ya no habrá minorías, al menos en el sentido político de la palabra. A partir del 2040, según las tendencias demográficas actuales, los blancos serán minoría en todo Estados Unidos. Ya lo son en grandes metrópolis como Nueva York, Los Ángeles o Chicago – que se divide casi a partes iguales entre blancos, negros e hispanos-. La multitud juvenil y multiétnica en el parque Grant (unas 200.000 personas según el ayuntamiento) era un microcosmos de esta América del futuro.
Veinteañeros afroamericanos y blancos se felicitaban con high fives y fist bumps,lenguaje corporal de barrio negro, gestos ya más estadounidenses que el apretón de manos. Estudiantes de origen asiático se emocionaron al ver a Barack y Michelle Obama besarse como si se tratase de Jay Z y Beyoncé. Los pocos hispanos en Grant Park parecían ser otros ejemplos de un progresismo aún más sociológico que político que emerge de este arco iris demográfico. “Si algo ha cambiado en Estados Unidos es la conciencia – dijo Miguel Ángel González, un estudiante hispano de 19 años-. Tanta gente, tan involucrada… Mis padres dicen esto no se había visto desde los sesenta”.
En un acelerón de la historia política de EE. UU. que produce vértigo en el establishment de Washington – aún mayormente blanco, masculino y mayor de 50 años-, Obama ha metido la etnicidad variopinta del parque Grant en la Casa Blanca décadas antes de que llegue a la sociedad. En el desglose del voto, según sondeos a pie de urna, los afroamericanos encabezaron la rebelión . El 66% de hispanos y de jóvenes en general votaron por Obama; el 62% de asiáticos y el 95% de afroamericanos le votaron, frente a sólo el 43% de los blancos, principalmente por los recelos de los blancos de más edad. En el parque Grant lucían camisetas que rezaban “Yes, we did” ( “Sí, lo hicimos”), parafraseando el histórico eslogan hispano de César Chávez, y dobles retratos de Obama y Martin Luther King. Pero con esta fusión de los sesenta y un futuro multiétnico – y quizás posracial-, el eslogan más acertado era: “Barack to the future” ( “Regreso al futuro con Barack”, un juego palabras).
Y si Estados Unidos se parece cada vez más a las metrópolis multiétnicas de Chicago, el resto del mundo se parece cada vez más a Estados Unidos, el país forjado y renovado por la inmigración y las complejas identidades plurinacionales. Obama acerca este país plural a un mundo de migraciones masivas que cada vez más parece su reflejo. Inmigrantes asiáticos y africanos celebraron a la victoria en Chicago ayer con la misma pasión que los visitantes alojados en los hoteles del centro. “Obama entiende del mundo porque es de diferentes lugares, África Indonesia, Hawái”, dijo Yudo Handoko, de 32 años ciudadano de Indonesia, donde Obama creció. Africanos afincados en EE. UU. se mostraron eufóricos con Obama mientras en Nairobi hubo bailes en la calle: “Es maravillosos; mi hijo también va a poder ser presidente”, dijo Amara Diarrassouba, un taxista de Costa de Marfil.
Pero Obama, pese a ser su máximo representante, es también el principio del fin de la política de identidad, cuyos orígenes se encuentran en las luchas negras, chicanas, feministas y gais de los sesenta y setenta. Y, recorriendo los barrios pobres del sur, quedó claro que la verdadera clave de su victoria es la crisis económica. “Obama sólo empezó a subir en los sondeos cuando ya quedaba claro que la crisis era grave”, dijo Walter Benn Michaels, ayer en una conversación con La Vanguardia en Chicago. Benn Michaels, crítico acérrimo de las políticas de identidad, cree que Obama simboliza una nueva fase en la conciencia de clase so-
cioeconómica. “Esta crisis ha desplazado a Obama hacia la izquierda; es una oportunidad para cambios significativos en la redistribución de la renta”, dijo.
Asimismo, los jóvenes afroamericanos que celebraron con una alegría contagiosa el primer presidente negro de un país rico hablaron exclusivamente de los retos económicos en entrevistas mantenidas el lunes en el parque Grant: “Obama tiene que decirles a las empresas que dejen de despedir gente, asignar el dinero gubernamental a buenos usos; traer las tropas a casa y ahorrar dinero”, dijo April Renee, de 27 años, afroamericana del sur obrero de la ciudad en cuya camiseta ponía: “La Historia se está haciendo”.
Obama habla de cambio desde abajo hacia arriba, y ha calificado los millones de ciudadanos que han participado en su campaña y la histórica participación electoral el martes de “movimiento”, un término de los años sesenta. Pero la realidad es que Obama ha creado este llamado movimiento de la nada. Y falta ver si aguanta ahora que el poder, y su corrupción inevitable, está en sus manos.
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