EL RUIDO DE LA CALLE
Sueños y miedos
El Mundo, , 06-11-2008Con luna llena, toda Africa baila; al ritmo de Obama danzan los últimos esclavos del mundo. Aquellos reyes prisioneros, vestidos de almirantes en la puerta de los hoteles, han vuelto a ser reyes de su destino, y también los rumanos que recolectan las fresas en Lepe, las ecuatorianas que limpian los váteres, los sioux que trabajan en las películas y los gitanos del duende. Que no se alegren tanto las gallinas mojadas. También nosotros tenemos nuestros grasas y azabachados. Los gitanos son nuestros negros y, como ellos, tienen el compás en la sangre. «Ay Harlem – grita Lorca en Nueva York – , no hay angustia comparable a tu sangre estremecida dentro del eclipse oscuro». Pone a los negratas y a los calorros en el mismo romancero, con los mismos ojos de plata.
Curiosamente, ambas etnias viven la misma fascinación por el cante, el baile y también por los predicadores.
Los gitanos llegaron a América antes, deportados en el tercer viaje de Colón. Las dos etnias han terminado muy enrolladas con la Biblia, dándole marcha y rap a las ceremonias religiosas. En España los guitarristas y los cantaores, los habichuelas, ketamas y chunguitos se enrollan en las iglesias evangélicas. El Papa que vive en Roma se está quedando sin puchelones; también se le piran los black en los Estados Unidos.
La Biblia tiene una atracción casi fatal, desde el Génesis al Apocalipsis. Tampoco es tan grave. No es cierto que la Biblia negara la esfericidad de la Tierra entre el enjambre de las estrellas. La blasfemia científica fue cosa de la Santa Inquisición, porque antes Isaías proclamaba que Dios está sentado en el círculo de la Tierra. A los gitanos y a los negros les han contado que los científicos, los geógrafos, los matemáticos, los navegantes y hasta los monjes tenían mapas en los que la tierra era como una naranja que se movía. Pero tal vez les han ocultado que Fernando de Magallanes demostró la redondez del planeta: «La Iglesia dice que la Tierra es plana, pero yo sé que es redonda porque he visto su sombra en la luna, y yo tengo más fe en una sombra que en la Iglesia». La Biblia engancha porque es tan fantástica como la Odisea: los palos se convierten en serpientes a los pies del faraón, los dioses caminan sobre las aguas o entre las nubes.
Nadie puede llegar a presidente de los Estados Unidos si no cree o finge creer en el dólar y en su divisa: «In God we trust». Obama no es una excepción. Tendrá que jurar ante la Biblia; ya le obligaron a romper con la Iglesia Unida de la Trinidad de Cristo porque unos pastores pronunciaron sermones incendiarios.
Esperamos que en su mandato no tengan que tener miedo a los dioses, especialmente a los de la guerra, ni los negros ni ningún ciudadano de la Tierra. Que sea fiel a sus palabras: votad según vuestros sueños, y no según vuestros miedos.
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