Poco cambiará para nosotros
La Prensa Gráfica, , 05-11-2008Los temas que más nos interesan a los latinoamericanos, la inmigración y los tratados comerciales, dependen en última instancia de los legisladores.
El carisma y el color de la piel del senador Barack Obama se sumaron a diversos sucesos de suma gravedad a escala mundial para suscitar un interés sin precedentes por los resultados de la elección del próximo presidente de los Estados Unidos de América.
Los ataques terroristas de septiembre de 2001 marcaron la entrada al nuevo milenio con el signo de la inseguridad y de la confrontación, atributos que se han acentuado en los últimos años debido al creciente fanatismo beligerante de naciones, gobiernos y organizaciones terroristas que buscan un lugar prominente en la incierta y compleja ecuación de poder que ha venido conformándose gradualmente a partir del fin de la guerra fría.
Para alivio de males, la codicia exacerbada de las grandes corporaciones financieras, la carencia de regulaciones estatales eficaces y la ignorancia e irresponsabilidad de los consumidores han sumido al sistema económico global en una profunda crisis cuyas repercusiones todavía no logramos dimensionar adecuadamente.
Luego de ocho años de políticas y acciones poco eficaces y muy objetables, tanto desde el punto de vista moral como desde la perspectiva de su propia conveniencia, el poderío económico y militar de los Estados Unidos ha quedado peligrosamente debilitado, con el agravante de una marcada polarización ideológica que socava su cohesión social, enfrentando a la población en temas como el proteccionismo económico, la inmigración ilegal, la guerra en Iraq y las prerrogativas del Estado frente a los derechos individuales.
Esa es, en unas cuantas pinceladas con predominio de tonalidades grises, la situación que hereda el próximo presidente de los Estados Unidos. Esas son también las circunstancias que pusieron en desventaja al partido republicano y contribuyeron a superar algunos remanentes de racismo para darle una oportunidad a un líder que ha tenido la audacia de predicar esperanza en una forma distinta de entender y de hacer el trabajo político.
Pero también, por la misma existencia de unos riesgos tan grandes, ha sido mucha la gente que habría preferido tener en la Casa Blanca a un líder más sazonado y con un pensamiento más conservador. Ambas maneras de ver las cosas acarrean sus propios riesgos y posibilidades.
Sin embargo, a diferencia de lo que suele ocurrir en nuestro espacio político, en Estados Unidos el candidato perdedor saludará noblemente al triunfador y, a partir de este mismo día, se pondrá genuinamente a disposición de su nuevo presidente y de su patria.
Poniendo a un lado los planes y las propuestas controversiales, dejando atrás los ataques a la integridad moral y las críticas al desempeño anterior y a las ideas de sus adversarios, si hay algo verdaderamente promisorio en la mentalidad de Barack Obama es su convicción de que su país y el mundo entero están en serias dificultades y que, para tomar el rumbo correcto en la actual encrucijada, hace falta, primero que todo, intentar cohesionar a esa sociedad que nunca antes había estado tan dividida.
Escribo estas líneas sin conocer todavía el resultado firme de la elección presidencial, pero asumiendo que el próximo presidente será el senador Obama, es oportuna una nota de realismo frente a temores que carecen de fundamento, y también frente a expectativas que tienden a menospreciar la resistencia al cambio de los sistemas e instituciones políticas.
En los Estados Unidos, el poder de un presidente es ciertamente muy grande, pero no hay que olvidar que se tiene que mover en una cancha bien marcada por un marco jurídico que no puede modificar a su antojo y por unas instituciones realmente independientes a las que puede influir con su liderazgo pero no puede manipular.
Aun si el partido Demócrata consolida su dominio en el Senado y la Cámara de Representantes, los legisladores solo siguen líneas partidarias cuando coinciden o al menos no son incompatibles con la voluntad de sus representados. Las nominaciones que hace el presidente para la selección de ministros y magistrados de la Corte Suprema de Justicia deben ser ratificadas por el Congreso y son escudriñadas rigurosamente.
Los temas que más nos interesan a los latinoamericanos, la inmigración y los tratados comerciales, dependen en última instancia de los legisladores y del consenso que pueda construirse en la sociedad. Son temas muy espinosos y no cabe esperar cambios drásticos en el futuro previsible.
Tampoco encuentro razones para pensar que las relaciones diplomáticas, comerciales y de cooperación con nuestro país se modificarán significativamente. Eso más bien dependerá de la actitud amistosa o abiertamente hostil que pudiera asumir el gobierno que nosotros elijamos el próximo año.
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