Los Santos de todos
La diversidad religiosa, cada vez mayor en España debido al auge de la inmigración, se deja sentir también en las ceremonias funerarias
El Correo,
,
02-11-2008
Primero de noviembre. Miles de familias católicas honran a sus seres queridos en cementerios plagados de cruces. Quizá esa estampa pueda cambiar en un futuro, y entre las cruces atisbar un enjambre de medias lunas o unas cuantas estrellas de David. Tarde o temprano, el panorama multicultural que la inmigración ha ido dibujando en la sociedad española ha de verse reflejado en los cementerios, aunque de momento las minorías religiosas se enfrentan a varios problemas a la hora de llevar a cabo sus ritos funerarios y muchos optan por la repatriación.
Con el objetivo de dar solución a estos problemas, que tienen que solventar, sobre todo, las administraciones municipales, esta semana ha tenido lugar un encuentro en Bilbao en el que se abordó el tema de los ritos funerarios diferenciados, en el marco de las I Jornadas de Derechos Humanos en la ciudad, que organiza la Universidad del País Vasco en colaboración con el Ayuntamiento bilbaíno.
Los rituales, gestos y ceremonias realizados tras la muerte de un ser querido son parte esencial y definitoria de cada confesión. Enterrar a los muertos fue uno de los primeros actos religiosos realizados por el hombre. En el momento decisivo del tránsito cada credo tiene un protocolo propio al que muchos fieles no están dispuestos a renunciar.
Los musulmanes se entierran mirando hacia La Meca, envueltos en un número impar de sudarios y sin ataúd, al igual que los judíos, que también prefieren el entierro sin féretro. El rito funerario budista exige que el cuerpo del fallecido esté tres días sin ser tocado por nadie antes de ser incinerado. Y los hindús optan tambien por la incineración, aunque en piras al aire libre y cercanas a una corriente de agua.
La iglesia ortodoxa, a la que pertenece gran parte de la población rumana afincada en España, mantiene unos ritos funerarios muy similares a los católicos, aunque rechaza la cremación. Estos son sólo algunos ejemplos de prácticas funerarias que difieren de la tradición católica mayoritaria. ¿Cómo se tienen en cuenta en un estado aconfesional estas sensibilidades, que pertenecen al ámbito de lo religioso, pero tienen también un innegable contenido social?
Desde 1978 los cementerios españoles son públicos y dependen de la administración municipal. El ‘derecho de admisión’ hace tiempo que dejó de estar regulado por la Iglesia católica y hoy en día, por ley, en ellos pueden enterrarse personas de cualquier confesión religiosa o que carezcan de ella. Sin embargo, aunque el enterramiento esté garantizado, no siempre es posible para las minorías religiosas realizarlo de acuerdo a su propia tradición, es por eso que muchos optan por la repatriación de los cadáveres, algo que puede costar en torno a los 3.000 euros en el mejor de los casos.
Cementerios propios
Al amparo de la libertad religiosa y de culto, estos ritos han de ser respetados, pero tienen ciertos límites que están en las propias leyes. Así, la práctica del enterramiento sin féretro no está permitida en España, ya que, de acuerdo a la normativa mortuoria, los cadáveres han de ser transportados y enterrados dentro de un ataúd debidamente aislado. Tampoco la exigencia hindú de la incineración al aire libre puede verse satisfecha, porque la ley estipula que ha de hacerse en crematorios habilitados a tal fin. La costumbre budista de mantener el cuerpo del fallecido sin ser tocado durante tres días también plantea problemas, pero en este caso podría alcanzarse una solución intermedia mediante la congelación del cadáver.
Estas soluciones no siempre satisfacen a las confesiones religiosas, que se muestran reticentes a renunciar a sus tradiciones. En este sentido, la comunidad islámica es una de las más reivindicativas y reclama cementerios diferenciados. En los últimos años se ha optado por soluciones pactadas, en las que los ayuntamientos ceden a las confesiones religiosas parcelas de los cementerios municipales. Sin ir más lejos, el cementerio de Bilbao habilitó recientemente un espacio reservado para los musulmanes, en el que las tumbas están dispuestas mirando hacia La Meca.
Esta solución viene a satisfacer una demanda creciente, si bien plantea algunos problemas. En estas parcelas es la autoridad religiosa la que decide quién puede ser enterrado, lo que podría originar un problema de discriminación por motivos religiosos contrario a la ley.
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