ELECCIONES EE.UU.
La economía sigue segregando
RETO PENDIENTE Obama lamenta que la justicia económica no siguió a los logros políticos de los 60
La Vanguardia, , 31-10-2008La campaña de McCain empezó a hacer daño esta semana al vincular implícitamente sus ataques al “socialismo” de Barack Obama a la cuestión racial. El blog conservador Drudge Report citó una entrevista del 2001 en la que el candidato demócrata lamentaba que el movimiento de derechos civiles de afroamericanos en los sesenta no lograra reformar “cuestiones más básicas como la redistribución de la riqueza y la justicia económica”. McCain se sumó al ataque en varios discursos. La campaña Obama se puso inmediatamente a la defensiva.
Pero en la iglesia baptista de Ebenezer, en Atlanta, donde Martin Luther King convocaba las heroicas luchas por el derecho de voto en los cincuenta y sesenta, es palabra de Dios que la asignatura pendiente es la redistribución económica. Tras entonar el himno “¡Esta es mi historia!”, cogida de la mano del periodista, Barbara Adams, de 72 años, explica: “En las marchas nos tiraban ladrillos, nos escupían. Pero aguantamos. Pero ahora manda la avaricia; hay mucha pobreza y si nos quedamos sin trabajo nos quedamos sin seguro médico”.
Cuando Barbara y miles de activistas forzaron a la Administración de Lyndon Johnson a aprobar las leyes históricas de derechos civiles (1964) y de voto (1965), hasta el ala más gradualista del movimiento reivindicaba justicia económica. Meses antes de ser asesinado en abril de 1968, King fue a Memphis para solidarizarse con la huelga de basureros.
Incluso Richard Nixon, cuya estrategia racista conquistó el sur para los republicanos, quizás para siempre, “era el primer impulsor de de la discriminación positiva en empleo público para crear una clase media afroamericana”, dice Manning Marable, director de estudios afroamericanos de la Universidad de Columbia (Nueva York).
Pero ahora que King es objeto de culto oficial en EE. UU., tanto la discriminación positiva como la redistribución económica son temas casi tabú. “Nadie quiere hablar de redistribución”, en parte porque “no conviene dar la impresión de querer favorecer a los negros”, dice Andrew Young, ex alcalde de Atlanta y antiguo compañero de King. Esto, pese a que la desigualdad económica ha aumentado drásticamente desde los años sesenta, perjudicando no sólo a afroamericanos sino a la gran mayoría de los estadounidenses. La renta correspondiente al 1% de los estadounidenses más ricos ha pasado de ser el 10% al 22% del total desde los sesenta. Y, pese a una serie de avances, los negros, y concretamente los del sur, siguen siendo los más pobres. Según el Instituto de Política Económica, el patrimonio de la familia media afroamericana es sólo el 20% del de una familia media blanca, igual que hace 30 años. Y el paro de los afroamericanos duplica la media.
“En Atlanta, gracias a los logros en representación política, hemos tenido más éxito que otras ciudades: tenemos universidades afroamericanas y emerge una clase de abogados, médicos y clases profesionales afroamericanas”, dice Philip Laporte, de la Asociación de Relaciones Industriales. Hasta emerge una clase de ricos negros “conforme una nueva generación hereda la riqueza de la primera clase empresarial de afroamericanos tras los sesenta”, dice David Sjoquist de la Universidad de Georgia.
Pero luego están los otros. Hombres de andar cansino y ojos enrojecidos deambulan sin rumbo por la ciudad. Entrevistas en la calle acaban con solicitudes de limosna: “Yo vi lo que le pasó a Kennedy, y a Obama lo matarán”, dice uno y, a cambio de la exclusiva, añade: “Hermano, déjame un dólar”. Según un informe de la ONU publicado la semana pasada, Atlanta y Nueva Orleans “comparten niveles de desigualdad con Nairobi, Andizhan (Uzbekistán) y Buenos Aires”. En Selma (Alabama), aún más que en Atlanta , el análisis de Obama del 2001 parece muy acertado. “Tenemos el poder político en este pueblo, pero todas las empresas y bancos son de blancos”, dice Sam Walker, comisario del Museo de los Derechos de Voto de este siniestro pueblo, ex feudo del Ku Klux Klan, donde la violencia de la actuación policial contra una marcha en 1965 se considera el desencadenante de las leyes de derechos civiles. Dentro del museo se venden souvernirs: “Prohibidos perros, negros y mexicanos”, reza un cartel.
Pero el pasado no acaba de borrarse. Aunque la obamamanía ha disparado el número de afroamericanos que se registran para votar en Georgia, Alabama y Misisipi, sin poder económico es difícil dejar huella en la política estadounidense. “Conseguimos el derecho a votar, pero no tenemos desarrollo económico”, dice Don Bevel, que reparte folletos pro Obama en Selma. Saca una fotocopia de un anuncio del Alabama Savings Bank, fundado en 1890. “Es el único banco de propiedad afroamericana de la historia y desapareció en 1914. Queremos saber por qué”, dice.
El encarcelamiento masivo de hombres negros “perpetúa la pobreza porque es muy difícil encontrar trabajo como ex preso”, explica Marable. Ni los más obamistas ven alcanzable el sur profundo. Ni siquiera Misisipi, donde el 37% de la población es negra y 200.000 nuevos votantes se han registrado este año.
El problema es que uno de cada tres hombres negros en Misisipi no puede votar porque ha estado en la cárcel.
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