2.000 ¤ por ir bajo un camión

"No quiero volver a mi país"

La Vanguardia, , 29-10-2008

Sólo 4 menores han decido volver voluntariamente a su país este año. Mohamed F. tenía 15 años cuando llegó en 2006 a Barcelona, Tiene cinco hermanos y es hijo de un soldado del ejército marroquí que sirvió en el Sahara, mientras su familia residía en el centro del país. El padre ya está retirado, no trabaja y cobra una paga de 250 euros al mes. Su familia decidió pagarle la patera para que pudiera llegar a Europa y desde aquí les pudiera ayudar económicamente. Mohamed era un excelente estudiante con matrículas de honor incluídas.

Este verano, la Subdelegación del Gobierno resolvió que debía ser repatriado. Asesorado por una ONG, ha decidido no huir, como hace el resto de sus compañeros y agotará la vía legal para quedarse. El 8 de agosto pasado firmó un documento mostrándose contrario a la repatriación y escribió: “No quiero volver a mi país porque no me siento bien y también mi familia no puede encargar y también soy el único chico de mi familia así que mi familia cuenta mucho por mí. Deseo que ojalá cambiaran las cosas”. Mohamed explica que cuando sea mayor le gustaría ser educador o trabajar en una carpitenría de aluminio.

F. es otro joven que sí llegaron a repatriar. Al llegar a Marruecos, recibió una paliza de su padre que al verlo acompañado de la policía pensó que había hecho algo malo. A los dos días, volvía a estar en Barcelona.

país por el largo trámite burocrático que se debe cumplimentar y que da tiempo a escapar de los centros de acogida. Otras veces, son los mismos centros los que empujan a estos jóvenes a abandonar la instalación llegando incluso a pagarles el billete de tren o avión. Barcelona es un destino habitual de estos desplazamientos, según reconocen fuentes del Govern de la Generalitat, aunque se asegura que la administración catalana nunca ha llevado a cabo esta práctica.

Este diario ha tenido acceso al caso de Y. S., un menor que tras cruzar la frontera llegó a un centro de Jaén. De allí, huyó porque el trato no era agradable y se dirigió a Valencia, donde el centro le pagó el billete para llegar a Bilbao, una de las ciudades de moda para estos menores. De la capital vasca viajó hasta Barcelona, también con los gastos pagados y con la instrucción de olvidar quién le había costeado el viaje. Una vez aquí, callejeó y se dirigió hasta el mar, donde encontró a otros menores magrebíes, algunos de ellos se prostituyen en la playa, que le propusieron que parara a una patrulla de la policía para poder ser acogido. Llegó a parar hasta a tres patrullas y todas ella le invitaron a buscarse la vida. Aconsejado por otros chicos, se dirigió hacia una nueva patrulla policial y cuando la tuvo delante, se puso a correr. Fue entonces cuando los policías le siguieron, pensado que huía tras cometer algún delito. Sólo así fue acogido.

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