La «raza» importa en Indiana
ABC, , 29-10-2008Los científicos no albergan la menor duda: no hay más raza que la humana. Pero los mitos y los estereotipos, los prejuicios y los miedos son más difíciles de abolir que la esclavitud. Indiana, agrícola e industrial, era hace diez años una de las regiones más homogéneas del país, con un 8,7 por ciento de afroamericanos. En siete años, la población hispana ha aumentado un 47 por ciento y representa hoy el 5 por ciento de un Estado que podría otorgar sus 11 votos electorales (los que deciden la Presidencia) a un demócrata – sería la primera vez desde el arrollador triunfo de Lyndon B. Johnson en 1964, aprovechando el rebufo emocional del asesinato de Kennedy – y negro, para más inri, si Barack Obama triunfa en esta planicie del Medio Oeste. La «raza», como comenta Venetria K. Patton, directora de Estudios Afro – Americanos de la Universidad de Purdue, en Lafayette, «sigue contando en Indiana, como sigue contando en todo el país. Seguimos siendo estereotipados. A la hora de contratar a un trabajador prefieren a un hispano que a un negro».
Tierra del Ku Klux Klan
No conviene olvidar que la conservadora y blanca Indiana, donde los indios fueron exterminados o deportados, fue territorio grato al Ku Klux Klan, que sembró el terror entre la población negra, sobre todo tras la I Guerra Mundial, cuando renació con fuerza en estas tierras llanas.
Reginald Brown III tiene 19 años y estudia segundo de Ciencias Políticas en la Universidad de Purdue. Su color destaca en la marea blanca de compañeros. Votará por Obama «no porque sea negro, sino porque es quien se ocupará mejor del bien común». Como a la doctora Patton, no le cabe la menor duda de que el color de la piel jugará un papel el 4 de noviembre: «Muchos negros votarán a Obama porque es negro, y muchos blancos porque piensan que si no lo hicieran pensarían de sí mismos que son racistas. Su candidatura muestra que algo ha cambiado en Estados Unidos, y nuestra generación hará que ese cambio sea posible».
El racismo sigue ahí
Celebra Carter que el condecorado militar Colin Powell, secretario de Estado en el primer mandato de George W. Bush, endosara con tanta seriedad la candidatura de Obama precisamente cuando arreciaban las «acusaciones» de musulmán, terrorista y anti – patriota. Powell confesó a Maureen Dowd, la ácida columnista del «New York Times», que se quedó una hora contemplando una fotografía del semanario «New Yorker» en la que una madre apretaba su cabeza contra la tumba de su hijo. En la lápida, el nombre de quien había recibido el Corazón Púrpura y la Estrella de Bronce por méritos alcanzados en la guerra de Irak: Kareen Rashad Sultan Khan. «¿Quién se atrevería a negar que ese muchacho que yacía en Arlington junto a cristianos y judíos y compañeros sin adscripción religiosa de ningún tipo no era un buen americano».
¿Por qué no un musulmán?
Ante las cámaras, Powell diría que era de sobra sabido que Obama no era musulmán, que siempre había sido cristiano, pero se preguntó: «¿Hay algo malo en ser musulmán en este país? La respuesta es no. Eso no representa a América. ¿Hay algo malo en que un musulmán estadounidense de 7 años crea que puede llegar a convertirse en presidente?».
Steve Nickles, profesor de leyes y teología en la Divinity School de la Universidad de Wake Forest, en Carolina del Norte, proclama que que para él es una «obligación moral votar por Obama», y por razones que forman parte de su educación moral y sentimental en Arkansas: «Cuando, siguiendo las enseñanzas de mis padres, le cedía en siento en el autobús a una mujer negra, me insultaban. Votar por Obama es una cuestión de justicia nacional. La evolución social que supondría que fuera elegido presidente es más importante que sanear la economía».
En Winston – Salem, Carolina del Norte, el pastor baptista Darryl Aaron, hizo hincapié hace una semana en que «en lo más profundo de sus corazones, los estadounidenses saben que el racismo es una construcción artificial, un mito. Si Obama gana América será más América que nunca. La Constitución entrará por primera vez en pleno vigor. Se hará realidad la frase de que todos los hombres hemos nacido iguales».
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