Nación de minorías
El Correo, , 29-10-2008L os días en que los estados de la Unión inventaron todo tipo de reglas para impedir que votaran las minorías étnicas terminaron hace tiempo. Gracias a los logros a favor de los derechos civiles de los años 60, a la presión demográfica y a las peculiaridades del sistema político estadounidense, las minorías han ido cobrando relevancia política. Hoy son cortejadas como votantes y eventualmente producirán más senadores, ministros, jueces de la Corte Suprema y, ¿por qué no?, también presidentes. Gracias al apoyo de los cubanoamericanos conservadores, John McCain ganó más delegados de Florida que le ayudaron a lograr la candidatura. Hillary Clinton y Barack Obama se disputaron uno a uno los votos mexicanoamericanos en California y Texas, donde los latinos estaban divididos. Los ‘nuevos’, recién naturalizados, se inclinaron por Obama, mientras los ‘viejos’, nacidos en EE UU hace más de una generación, respaldaron masivamente a la senadora. Soy testigo. Mi vecino, que es ‘texmex’, se inclinó por ella, y yo, que soy peruanoamericano, lo hice por él.
Lo que viene ocurriendo es fruto en buena parte de sorpresivos cambios migratorios, y luego sigue por los laberintos del poder. Desde 1960, es América Latina la principal fuente de llegada de inmigrantes a EE UU. Su empuje es tan fuerte que en 2005 se convirtieron en la minoría mayor: representan el 14% de los 290 millones de estadounidenses, seguidos por los afroamericanos (13%). Según proyecciones oficiales, en 2050 los latinos llegarán a ser el 29%, mientras los afroamericanos mantendrán su actual representatividad y los asiáticos alcanzarán el 7%. Lo curioso es políticamente simbólico, porque si añadimos las miniminorías, la proyección da más de un 50% de no blancos. Este panorama es aterrador para algunos y esperanzador para otros, pero nadie discute que los cambios, aunque lentos, son inevitables.
Existen factores que frenan la integración política y otros que la aceleran. Entre los primeros se encuentra el estatus legal. De los 45 millones de latinos – incluyendo los puertorriqueños, que no votan si están en la isla – , 12 son indocumentados. Estas restas y otras – muchos son sólo residentes – explican por qué pueden votar únicamente ocho millones. Sin embargo, otros elementos apuntan a un fortalecimiento de las minorías étnicas que implica que el partido capaz de incorporar sus votos terminará predominando. Hasta ahora, los demócratas han encarado mejor este reto. El partido de Jefferson apoya la diversidad étnica, mientras el republicano de Lincoln ha abandonado las ideas de su fundador y se aferra a una mayoría blanca declinante. Entre otras razones, George W. Bush ganó en 2000 porque logró atraer un 40% de latinos votantes y se aseguró la mayoría en Florida. Hoy los republicanos han retrocedido. McCain no concita ni el 30% del voto latino y puede perder en Florida, donde jóvenes y viejos latinos se muestran divididos a pocos días de las elecciones. En la convención republicana todas las minorías no sumaban el 10% de delegados, a diferencia del abanico de colores exhibido por la demócrata.
T res peculiaridades de la política estadounidense influyen en la potenciación de las minorías. Una, en un sistema bipartidista el voto minoritario pesa porque contribuye al deslinde. Dos, son los miembros del colegio electoral – bajo la regla de que el partido ganador se lleva todo los delegados de un estado – quienes realmente eligen al presidente. Florida, Texas y, sobre todo, California, allí donde residen grandes bolsas de cubano – americanos y mexicanoamericanos, cuentan con un alto número de colegiados. En estados como Nueva York, los ‘newyorkricans’ de Puerto Rico y los dominicanoamericanos hacen lo suyo. Esas bolsas funcionan en un estado de cohesión flexible. Como el sistema los identifica como ‘hispanics’ y aún existe prejuicio por origen nacional, a lo que se suma las amenazas a la deportación masiva, tienden a cohesionarse como un todo y hablan de ‘latinidad’ aunque conservando sus tradiciones. Al mismo tiempo, se mezclan entre nacionalidades y buscan sin temor el mestizaje con los europeoamericanos.
La tercera peculiaridad es que al aumentar la preocupación nacional por contener la migración ilegal y sancionar a los indocumentados, también se incrementa correlativamente la demanda de naturalización. ‘Ser legal’ es ahora una garantía de seguridad para las familias inmigrantes, cuyos miembros tienen distinto estatus; así que todos buscan ser ciudadanos lo más rápido posible. El resultado de todas estas razones políticas, además de las demográficas, es que se ha acentuado el peso de las minorías y que todos los inmigrantes están iniciando su incorporación plena a la democracia. Un camino que no tiene vuelta atrás.
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