Niños sin pijamas de rayas

Las Provincias, M.ª JOSÉ POU AMÉRIGO, 28-10-2008

Uno de los valores del libro – y, ahora, película – El niño con pijama de rayas es mostrar que los niños se hacen amigos de otros niños sin tener en cuenta los prejuicios que manejamos los mayores. No hay más que verles jugar en un lugar público donde se juntan con otros sin preguntarles la procedencia, pedirles los papeles de residencia o sospechar a partir de la profesión de los padres.

En la historia de John Boyne, el hijo del comandante nazi desconoce la diferencia que lo separa del otro niño. Con eso juega el autor. De haberlo sabido, el niño se hubiera sentido inmediatamente alejado del otro, ya no lo hubiera visto como un virtual amigo sino como un declarado enemigo. La ignorancia, viene a decir el autor, les acerca. Si en lugar de desconocer la realidad del otro, hubieran sabido quién era aquel con quien hablaban, se hubieran sentido obligados a odiarse aunque, entre ellos, no hubiera ningún motivo personal para hacerlo.

De haber hecho una encuesta entre los hijos de los dirigentes de las SS o de los militares hitlerianos, el resultado hubiera sido aún más aplastante que el conocido ayer sobre la realidad española.

En la Alemania de los años 30, ningún niño de familia aria se hubiera mostrado dispuesto a sentarse en el mismo pupitre de un judío o de un gitano. En la España de hoy, dos de cada tres adolescentes se niegan a sentarse junto a un gitano y uno de cada dos, junto a un judío. Datos preocupantes que requieren, más que una asignatura de educación para la ciudadanía, todo un programa de educación para la convivencia.

Los datos son tan altos para la situación que vive España que asustan. Es más de la mitad en el primer caso y la mitad en el segundo.

Lo que realmente preocupa es la evolución que ha vivido nuestro contexto desde aquellos terribles años 30 de persecución voraz. Esa también es una memoria que conviene mantener, la que nos recuerda adónde lleva el rechazo al diferente.

Y no se justifica con una apelación a la crisis y la inmigración. Los gitanos y los judíos no han llegado en las últimas olas migratorias. La razón es que el rechazo al otro es previo al fenómeno de la actualidad. Luego, se limita a aplicarse a un colectivo u otro.

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