Memoria histórica e inmigración ilegal brotan en la Seminci

Deia, 26-10-2008

valladolid. Dos dramas de extracción social y de aroma español, uno ambientado en la última Guerra Civil española (1936 – 1939) y otro con las pateras como telón de fondo, se proyectaron ayer en la Sección Oficial de la 53 Semana Internacional de Cine de Valladolid, Seminci.

La mujer del anarquista, protagonizada por Juan Diego Botto y María Valverde, es una historia de amor en tiempos de guerra y está basada en la vida de la abuela de María Nöelle, autora del filme junto a su marido, el alemán Peter Sehr, cuya trama se sitúa en un campo de refugiados franceses al término de la contienda.

En plena retirada del Ejército republicano, el anarquista Justo Álvarez, que acude a luchar al frente del norte de España, desaparece y durante diez años su esposa, Manuela, no sabrá si su marido está vivo o muerto. La película trata de dar voz “a todas esas familias destrozadas por la Guerra Civil y que se callaban”, según explicó la directora de películas como Niños buscan padres (2002) ó 30 años al servicio del amor (2001).

En un principio, Marie Nöelle buscaba sus raíces españolas, pero pronto se dio cuenta de que esa historia de amor entre sus abuelos la habían vivido “miles de familias”.

La primera jornada de proyecciones del Festival de Valladolid proyectó también el filme de la realizadora española Chus Gutiérrez Retorno a Hansala, con los actores José Luis García Pérez y Farah Hamed en sus papeles principales.

Se trata de un alegato contra la insensibilidad institucional y social hacia la tragedia de las pateras, donde Chus Gutiérrez se rebela contra la frialdad de las estadísticas de los muertos y profundiza en una lacra a través de un viaje a sus raíces, geográfico e interior, ya que pretende llegar a la conciencia para defender la dignidad humana. “No me veo como una especie de guerrillera social, pero es que el cine nos permite abrir ventanas al mundo y mostrar historias y personajes”, señaló.

obstáculos El dueño de un tanatorio habituado a repatriar cadáveres magrebíes llegados a las playas gaditanas, encarnado por el actor José Luis García Pérez, es el protagonista junto a Farah Hamed, quien da vida a Leila, la hermana de uno de los ahogados, a quien intenta enterrar en su aldea natal marroquí.

El viaje de retorno hasta Hansala, en el Atlas Medio de Marruecos, es una carrera de obstáculos donde Chus Gutiérrez refleja una realidad que en su opinión dista mucho de la “visión superficial” que ofrecen la prensa y la televisión acerca de una actualidad que se limitan a resumir en datos estadísticos.

La Sección Oficial se completó con Los momentos eternos de María Larssons, que indaga en la “tumultuosa existencia” de una mujer que proyecta una mirada especial hacia la vida a través de su cámara fotográfica. Ambientada en los albores del pasado siglo, Troell relata, inspirándose en la biografía de la abuela de su esposa, la vida de María, una mujer con siete hijos y maltratada por su marido borracho, sin empleo estable y mujeriego. La trama, que retrata la decadencia de los años previos a la Primera Guerra Mundial, refleja el valor de una mujer menospreciada por su marido con quien se casó enamorada y joven y que tiene que sacar a sus hijos adelante.

Querejeta pone voz y ojos al río Segura

Un río que habla y recuerda los mejores y peores años de su vida es el bastión de la última obra del murciano Juan Manuel Chumilla, ‘El agua de la vida’. El productor Elías Querejeta plasma su firma en parte del guión y en la producción de esta cinta, donde se pone de manifiesto el cambio experimentado en los pueblos y formas de vida en torno a los caminos fluviales a través del Río Segura, situado en el sureste de la península ibérica. “He tenido la osadía de poner voz y mirada al río, que narra la historia de su vida a través de sus ojos”, explicó Chumilla, quien desde el principio supo hacer coincidir los intereses en torno al tema del agua de Querejeta con su apuesta por contar, a modo de ejemplo, las desavenencias históricas del río Segura. La película ‘Siete huellas’ (1990), para la que Querejeta contó con siete mediometrajes de diferentes directores, fue la primera vez que Chumilla colaboró en uno de los proyectos del productor guipuzcoano. Desde Pontones (Jaén) hasta Guardamar del Segura (Alicante) confluyen alrededor de 300 kilómetros de cauce fluvial, enmarcado en un paisaje que cambia en función de las diferentes culturas que a lo largo de los siglos se han afincado en la zona. >efe

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