Jóvenes y negros en nuestro mundo

La Vanguardia, Baltasar Porcel , 24-10-2008

Cualquier chico sabe que la formación le resuelve más problemas que una fe nacional
Paso por París, donde aún indigna que miles de jóvenes, la mayoría magrebíes, silbaran La marsellesa en un estadio de fútbol donde jugaban Francia y Túnez. Y choca, pues ya pasó en partidos con Argelia y Marruecos, exacerbando a Chirac como hoy a Sarkozy. Lo que acompaña esos disturbios suburbiales que menudean con idénticos protagonistas.

Sin que La marsellesa tenga que ver con ello más que como anécdota funcional. Tales chicos, hijos de inmigrados, no desean irse de Francia. Y menos volver al Túnez de sus padres y del bruto y brutal Ben Ali, rapaz con su camarilla y para el resto miseria. En esta época globalizada, los jóvenes franceses, y más con mezclas de origen, abrigan escaso patriotismo.

Así, en España y Catalunya hay menos ultras ideológicos, del pelaje que sea, que reclamaciones de trabajo, vivienda, sanidad. Cualquier chico sabe que la formación y la investigación, ciencia y técnica, los aires del mundo, le resuelven más problemas que una fe nacional. Pero si el sistema falla apedrean el Estado propio, cuyos electos cobran los impuestos y los gastan luciéndose.

Aunque los jóvenes también culpan al mundo: hay enorme recelo frente al islam, pese a creerlo identitario, y Bush es abucheado en cada algarada. Mientras, EE. UU. sigue admirando. Y más con Obama, que en paralelo a sus cualidades podría tanto perder las elecciones debido al racismo velado, como ganarlas también por negro. Pues lo decisivo no es lo que dice, al fin normal en un moderado progresismo, sino porque representa una reparación de lo horrible en aras de la justicia. Los afros ganan allí en la televisión del país, asoman graciosos y guapos en todos los hogares, como antes en el deporte. Pero están hartos, con los pobres, de ser usados sólo como soldados o mozos de cuerda. Obama se erige en bandera del descontento cultural de unos blancos, como antes Al Gore, y encarna la dignidad colectiva como ningún otro ciudadano.

En Francia Sarkozy, también hijo de inmigrado, pero con ricos que le pagan viajes y la envidiada Carla Bruni, ha perdido esa oportunidad representativa al supeditar la presidencia nacional a su medro personal. Mientras Obama, listo, no muestra avidez en ascender en la escala social, ya la sube sólo por negro, y se asienta en la convención familiar. Es Main Street, y Sarkozy Wall Street.

En 1968 los jóvenes rechazaban una detestable Francia burguesa y ahora chillan porque no les integra. Prometió el oro y veta al moro. A la par, la profesora Tassadit Yacine publica el libro de inéditos Pierre Bourdieu. Esquisses algeriennes,donde el gran sociólogo – con quien estuvo muy unida y que melo presentó- fustigaba la lacra capitalista y colonial. Su severa ideología fue muy criticada, pero su veracidad puede ahora iluminar más que la Banque de France.

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