Los blancos malditos de Tanzania

ABC, EDUARDO S. MOLANO | NAIROBI, 22-10-2008

En Tanzania, donde hay más de 270.000 albinos, pertenecer a esta comunidad constituye un riesgo imposible de disfrazar. El motivo: la creencia de que ciertas partes de sus cuerpos, como los dedos o los órganos sexuales, otorgan buena suerte.

Para pedir al Gobierno una mayor protección contra la ola de violencia que sufre el país y que ha desembocado en el asesinato de treinta de sus miembros en el último año, la comunidad albina de Tanzania se manifestó el pasado domingo en la capital, Dar es Salaam.

Pero tan sólo unas horas después de que el presidente Jakaya Kikwete expresara su intención de combatir «esta lacra que daña al Estado», una niña de diez años era despedazada de nuevo en la ciudad de Shilela, al oeste del país. Sus agresores eran comerciantes locales que la asesinaron para poder vender sus miembros mutilados. Un nuevo suceso que tenía su punto de partida en otro incidente registrado el sábado en la localidad de Kagera, en el que una mujer de veintiocho años sufrió la amputación de su mano por un agresor que finalmente fue detenido. La joven se encuentra hospitalizada, aunque no se teme por su vida.

Recién nacidos

La mayor parte del comercio de estos fetiches tiene como clientes a los mineros de la zona que buscan en estos macabros amuletos un sencillo método para evitar la muerte a la hora de adentrarse en los numerosos yacimientos de oro de la zona, y que constituyen una de las principales fuentes de riqueza del país.

Pese a que el «temor» ante la población albina es una constante en el África subsahariana – un continente que cuenta con el mayor número de casos de esta condición genética – , las comunidades rurales de Tanzania, así como de ex colonias portuguesas como Mozambique, son las que de forma más aparente toleran su discriminación. El albinismo es una condición genética que se caracteriza por una ausencia congénita de pigmentación de ojos, piel y pelo en los seres humanos y animales. Los humanos afectados tienen el pelo blanco, los ojos claros y la piel blanca ligeramente rosada.

Para contener estas supersticiones, el Gobierno tanzano nombró el pasado mes de abril a una parlamentaria albina, Al Shaymaa Kwegyr. En los últimos meses, la principal misión de Kwegyr ha sido la elaboración de un censo que permita a esta comunidad acceder a tratamientos sanitarios – como ocurre en Suráfrica, donde su condición es tratada como «discapacidad» – ya que, además de sufrir agresiones, los albinos deben luchar contra otros problemas médicos como son las numerosas quemaduras que sufren por su escasa resistencia a la luz solar.

Unas pobres medidas, ligadas tan sólo al terreno sanitario, que según reconoce la Sociedad de Albinos de Tanzania (TAS) se presentan insuficientes para detener esta ola de violencia que sufren los blancos malditos de África.

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