A media luz los dos
ABC, 21-10-2008Los tiempos de crisis no son buenos para las luces largas, para analizar las cosas con sosiego y perspectiva, con la amplitud de miras que exigen los asuntos importantes.
Esto es lo que está pasando con dos de los fenómenos que más van a marcar nuestro futuro; el envejecimiento y la inmigración que se iluminan con la media luz del corto plazo y no, como resulta imprescindible, con una perspectiva de medio y largo plazo.
El cortoplacismo plantea la cuestión de la inmigración como si sólo admitiera dos posiciones contrapuestas: ser o no partidario de su existencia. Y como las cosas no marchan bien para nadie, la balanza del dilema se inclina del lado de los críticos, de los que defienden posiciones duras de control, y alientan la política de devoluciones y retornos de los extranjeros. Pero el tema de la inmigración no puede abordarse sólo desde la situación actual. Hay que ver cómo van a evolucionar la demografía y el mercado de trabajo para darse cuenta de que en poco tiempo vamos a necesitar, de nuevo, más inmigrantes. La duda no es, por lo tanto inmigración sí o no, sino, supuesta su imperiosa necesidad, saber cuántos inmigrantes necesitaremos y de qué clase.
Las importantes consecuencias del envejecimiento son otra de las cuestiones que no se están abordando con la luz suficiente, como si fuera un fenómeno que pudiera evitarse o dilatarse en el tiempo. Y ni lo uno ni lo otro. Una vez más el envejecimiento de nuestra población no es una cuestión de sí o no, sino de cómo. Un asunto que con la llegada de los «baby boomers» a la edad de jubilación (en poco más de 10 años), va a exigir soluciones para el pago de las pensiones y de otros gastos sociales.
Con la inmigración hemos pasado de «de los gozos a las sombras» y lo mismo sucede con el envejecimiento que provoca más sombras que gozos, olvidando su condición jubilosa de decisiva conquista social.
Tenemos que ampliar el punto de mira sobre ambos fenómenos e iluminarlos mejor. Sólo así veremos claro lo que hay que hacer.
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