Sergio Kokis, pintor y escritor

"Mejor ser infeliz solo que en pareja"

64 años. Nací en Río de Janeiro y vivo en Canadá. Casado, 2 hijos y 4 nietos. Licenciado en Filosofía, Bellas Artes, y doctor en Psicología. Socialista radical. En América Latina la gente sufre hambre y opresión moral y política, una vergüenza para la humanidad. Agnóstico

La Vanguardia, , 14-10-2008

IMA SANCHÍS

Procesado por crímenes contra la seguridad nacional.

Sí, tras el golpe del Estado de 1964. Me exilié a Francia.

Y se hizo psicólogo.

“Vamos a darle una beca para que estudie – me dijeron-, pero no filosofía, porque aquí ya tenemos bastantes agitadores, se la daremos en psicología”.

¡Pero usted era filósofo!

Este es el problema del emigrante, has de adaptarte. Yo, en Brasil, era un filósofo que pintaba. En Canadá insistieron con la psicología, me doctoré y trabajé como tal 27 años.

¿Le gustaba ser psicólogo?

Era lo que me ofrecían. Pero no hacía psicología de alcoba: “Mi marido no me gusta…”. Mi especialidad era el desarrollo del cerebro del bebé, el diagnóstico precoz, trabajaba en la clínica de niños prematuros.

Tres carreras, debía de gustarle estudiar.

Mi padre era un emigrante en Brasil, venía de Letonia y era prácticamente analfabeto, pero me inoculó su gran curiosidad. Yo siempre he sido un lector ávido. Lo primero que hice al llegar a Canadá fue comprar libros, y los compré en inglés porque eran más baratos.

¿Hablaba inglés?

No, nada en absoluto, empecé a estudiar el inglés por mi cuenta para poder leerlos.

Es usted un súper superviviente.

Todo es puro azar. Cuando uno sale de su país, navega siguiendo la corriente, y las cosas suceden. Ahora yo soy escritor y la gente se interesa por mi historia, pero hay millones de inmigrantes y exiliados políticos anónimos, y cada uno de ellos tiene una vida sinuosa, especial, y llena de aventuras.

¿Y eso es lo que a usted le gusta contar?

Sí, la vida de los exiliados, de los clandestinos, los problemas existenciales del desarraigo: esa confusión en la cabeza con todas las lenguas que uno tiene… Yo hablo cinco lenguas, y a medida que envejezco se me van mezclando.

Otro problema del desarraigo es que el emigrante corta con su familia y la reconstruye en su imaginación. El emigrante vive mucho en el mundo imaginario. Pero en general los humanos olvidamos las cosas malas porque hay que continuar viviendo, y el pensamiento organiza nuestra vida con muchas mentiras, una especie de ficción, lo que llamamos en psicología la personalidad.

Pensaba que lo de la personalidad era algo de mayor calado…

Cada ser humano es una ficción, uno intenta siempre explicarse a sí mismo. Incluso cuando nos miramos en el espejo no vemos lo que ven los otros. El caso más claro es el enamoramiento: el otro es un artificio de nuestro pensamiento, de nuestro pasado. ¿Por qué nos enamoramos de esta persona y no de otra? Yo, por ejemplo, pienso que mi mujer es la más bella del mundo.

Me gusta oír eso.

… Pero la gente no lo piensa, y claro, dicen: “Este es un viejo loco”. Para mí los trazos de su rostro, siendo yo un pintor realista, me parecen hermosísimos, pero esa es la verdad de un hombre enamorado.

¿Cuántos años lleva casado?

Más de 35, y cada vez estoy más enamorado. Yo pienso que la pareja es la cosa más interesante del mundo, y cuando no lo es, hay que divorciarse inmediatamente. Una vida es muy corta para vivir infeliz a dos, es mejor ser infeliz solo. El trabajo con los seres humanos me enseñó que el mayor sufrimiento es el sufrimiento a dos.

Pues son la mayoría.

Esa es una situación desesperada, pero no lo saben porque tienen miedo de la soledad, y ese es uno de los grandes problemas del ser humano: el miedo a la soledad.

¿Qué le hizo escritor?

De nuevo el azar. Yo a mis hijos siempre les contaba la historia de mi pasado, y cuando llegué a los 50 años pensé en poner un poco de orden en esos relatos y los novelé. Fue la primera novela de un emigrante en Quebec escrita en francés.

¿Y ese fue el gran éxito?

Sí, gané todos los premios. La gente no podía entender cómo un emigrante escribía en francés, porque allí es una lengua amenazada, desplazada por el inglés, y obviamente los emigrantes se interesan por el inglés.

¿Y por qué lo hizo usted por el francés?

De nuevo por azar. Pedí hacer el doctorado en una universidad inglesa y en una francesa, y acabé en la primera que me contestó.

¿La vida es una sucesión de azares?

Si empieza a repasar su vida, se dará cuenta de que todo es una sucesión de accidentes, entre los que uno aprende a navegar.

¿Qué capacidad le ha sido más útil?

La lectura. Aprendí más sobre la psicología humana en el conjunto de la literatura, volcada en comprender lo complejo, que en la teoría psicológica, que es más reduccionista.

¿Qué cualidad humana le parece más esencial?

La ternura, la gratitud y el deseo de superarse, que es una pulsión vital, como la solidaridad. Lo he visto muchas veces en mi vida, en una estación, en un aeropuerto: caminamos y no vemos a nadie, pero reparamos inmediatamente en una mujer llorando o en un hombre que está triste. Eso es la solidaridad animal que tenemos todos.

Lástima que no la desarrollemos.

Hay que vencer el miedo, porque la presencia del otro siempre es una amenaza; sólo nos abandonamos con los niños, con los adultos cortamos esa sensibilidad.

Accidentes

Ha venido invitado por la Liber como representante de la cultura de Quebec: Kokis es su escritor de lujo. Cómo la vida le ha ido llevando de ser un joven brasileño enfrentado a la dictadura a convertirse en el escritor más premiado de Quebec da para una película al estilo de Paul Haggis y sus Vidas cruzadas.Su humana exposición de cómo los accidentes nos construyen da que pensar, pero en su vida hay mucho de fuerza y curiosidad (por ejemplo: aprendió inglés de forma autodidacta porque en Francia los libros en esa lengua resultan más baratos). Ha sabido navegar a favor de la vida. No empezó a escribir hasta los 50 años, y ha publicado 17 novelas. Montesinos publica La estación.

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