«Nos introdujeron las coordenadas en el GPS desde un cibercafé»

La Verdad, J. A. G., 12-10-2008

«Utilizamos un GPS. Una persona de Mostaganem nos introdujo las coordenadas en el GPS desde un cibercafé. Pero se nos rompió en alta mar y un barco de la Armada española nos recogió y nos condujo hasta Cartagena». Así contó a la Policía Medjoub A., un joven argelino de 22 años, parte de su frustrado periplo desde Argelia a Región de Murcia en patera.

Quienes atesoran ya una amplia experiencia con el problema de las oleadas de pateras que sufre la Región, sobre todo la zona de Cartagena (los inmigrantes se guían por el faro de Cabo de Palos) cuentan que las mafias adiestran a marroquíes, argelinos y subsaharianos antes del viaje para que sepan qué hacer si llegan a la costa.

«Aunque alguno viene con un billete de 50 euros, también les dan unos cuantos euros en monedas y les dicen que traten de encontrar una cabina de teléfono, intenten enterarse de dónde están y llamen al teléfono móvil de algún amigo o familiar que tengan en España para que vaya rápidamente a recogerles».

Los espaldas mojadas suelen ir provistos de bidones de combustible para el viaje, como refleja la declaración de Medjoub A. ante los funcionarios policiales: «La patera era de plástico de color blanco, de unos cinco metros de largo y dos de ancho, con motor de la marca Suzuki de treinta caballos de potencia y doscientos litros de gasolina».

La mayoría de los jóvenes argelinos que llegan a la Región tienen menos de 35 años, pertenecen a capas bajas de las sociedad y apenas tienen formación. Algunos sólo hablan el dialecto bereber y quieren escapar de un negro horizonte laboral y de vida en un país que, paradójicamente, tiene grandes reservas de gas y otras riquezas naturales.

Primeras tres mujeres

Además del salto cuantitativo (Cruz Roja ha atendido en lo que va de año a 350 inmigrantes, 85 más que todo el año pasado), el fenómeno de las pateras dio el miércoles un salto cualitativo. Llegaron las primeras tres argelinas, de 24 a 30 años de edad.

Su espejismo dura incluso después de ser capturados en el mar. «Al llegar a puerto remolcados por Salvamento Marítimo y escoltados por la Guardia Civil, van cabizbajos. Pero al vernos, les cambia la cara. Ven las cruces de los trajes, sonríen y piensan que les vamos a cambiar la vida. Que van a quedarse en España y encontrar trabajo. Cuando se los lleva la Policía Nacional, se percatan de que los devolverán a su país. Vienen engañados por las mafias», concluye el coordinador de Cruz Roja en la Región, Manuel González.

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