«Es mejor que otros trabajos»
ABC, , 12-10-2008Inmigrante, hombre, a pocos años de la jubilación y huido de un puesto de trabajo duro, como la construcción. Es el perfil medio de los «hombres – anuncio», unos trabajadores que pueden estar a punto de perder su trabajo en las próximas semanas, cuando se ponga en práctica la prohibición de este tipo de anuncios en el centro de Madrid.
Ellos mismos se consideran «normales», como cualquier otro trabajador que cotiza y paga sus correspondientes impuestos. «No somos vagabundos», explica Marcelo, «aunque mucha gente crea que sí, porque estemos todo el día paseando y como si pidiéramos». Él lleva tres años en este trabajo, y lo hace para una de las casas de empeño que se encuentran en la calle del Arenal.
Marcelo, como otros tantos «hombres – anuncio», es inmigrante y ha encontrado en este tipo de trabajo una especie de refugio en el que permanecer «para ganar un dinerito dignamente» hasta que le llegue la jubilación. A este boliviano, que lleva ya más de seis años en España, le quedan todavía nueve hasta que cumpla la edad de jubilación. «Aquí puedo aguantar porque, aunque a veces es cansado, es mucho mejor que otros trabajos».
Adiós a la obra
Lo explica claramente. Ya no tiene edad para estar trabajando en la obra. «Hasta hace poco, lo hice en la construcción», reconoce, «aunque con la crisis y el cansancio acumulado, ya no merecía la pena». Como él otros muchos «hombres – anuncio» también provienen de la «obra».
¿No es un tanto aburrido? «A todo te acostumbras», explica Marcelo mientras toma un vaso de agua – «porque también podemos parar a descansar», explica con cierta ironía. Este «hombre – anuncio» no lo pasa del todo mal, porque tiene que pasear entre los dos extremos de Arenal, desde Puerta del Sol hasta Ópera. «Otros», explica, «han de estar quietos en una parada de Metro y eso sí que es más aburrido».
Un buen relaciones públicas
Le acompañamos en su visita diaria a esta céntrica calle de Madrid. Se conoce a todo el personal de los establecimientos. «Son ya muchos años paseando por aquí». Se lleva bien con todos, y nunca ha tenido ninguna disputa. «No puedo ir escuchando música, ni hablando por teléfono, pero me lo paso bien observando qué hay en la calle», afirma.
De hecho, Marcelo se auto – define como una especie de cámara de videovigilancia. «Desde esta posición», explica, «puedo ver de todo y ya conozco desde los carteristas hasta quienes ejercen como agentes de Policía secretos», afirma Marcelo. Es todo un experto de la calle e identifica rápidamente cualquier movimiento extraño, que pueda derivar en cualquier robo o agresión.
¿Y realmente son efectivos estos anuncios publicitarios? «Los clientes habituales de las casas de empeño ya nos saludan como unos amigos más», explica, «aunque todavía hay mucha gente que nos pregunta dónde está exactamente la tienda, a cuánto compramos o vendemos las joyas…». Aproximadamente, el 80% de los clientes que se acercan a este tipo de casas son de etnia gitana. «Se conocen perfectamente cómo funciona este negocio y ya son unos asiduos», afirma Marcelo. «Yo siempre me he llevado bien con ellos y nunca he tenido ningún problema», explica mientras sigue observando hacia dónde van o desde dónde llegan las miles de personas que, cada día, pasan por una zona de Madrid que se puede quedar sin unos hombres que, al fin y al cabo, son trabajadores.
Tras la polémica surgida en torno a la decisión del Ayuntamiento de Madrid, sólo le cabe esperar que, finalmente, el Consistorio les permita trabajar con chalecos donde puedan insertar esa publicidad tan especial del «vendo/compro oro».
Los «hombres – anuncio» trabajan ocho horas al día, llueva o haga sol, cobran hasta 800 euros y, la mayoría, lo hacen para huir de empleos mucho más duros. ABC ha pasado una mañana con uno de ellos, Marcelo
Marcelo, uno de los «hombres – anuncio» que publicitaban ayer una tienda de empeños en la zona de Sol
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