Violencia cobarde
La Verdad, , 09-10-2008Muchos han de enfrentarse primero a las gélidas aguas del Atlántico y a las más cálidas del Mediterráneo antes de llegar a su particular Eldorado, a la Tierra de Promisión que durante meses y años se ha ido construyendo en el imaginario colectivo de sus pueblos como el lugar donde toda riqueza es posible y donde reside la eterna felicidad. Quienes les precedieron y regresan derrotados refieren bienes sin cuento a los que solamente la mala suerte les impidió acceder. Y el sueño colectivo va engordando incluso con las derrotas.
Salvado el océano, en cayuco, patera o avión, normalmente sin documentos de residencia, se tropiezan con la realidad que sus propios compatriotas les habían ocultado. Qué decir de las dificultades por las que han de atravesar hasta asentarse, aunque sea precariamente, en su paraíso; las angustias de la situación ilegal, el tropiezo con algunos contratistas sin escrúpulos a los que no se puede denunciar precisamente por la situación de ilegalidad en que se encuentran. Como en su día ocurrió con los emigrantes españoles a Europa y América, aceptan los trabajos que desprecian los naturales del país, se suben a los andamios muchas veces sin las adecuadas medidas de seguridad y no son pocos los que terminan su sueño en un accidente laboral mortal. Las primeras víctimas del ladrillo, la mayoría, trabajadores extranjeros.
Otros logran sortear la mala suerte y mandan llamar a su pareja o a toda su familia para iniciar una nueva vida. El rechazo de los naturales del país les lleva a reunirse en parques y jardines para mantener sus costumbres y subrayar su identidad. Suelen proceder de sociedades patriarcales en las que la autoridad del hombre es incontestable y la obediencia de la mujer una tradición. Hasta que llegan a España, o como dice el gobierno italiano en tono despreciativo, «a la permisiva España de Zapatero». Y entonces comienzan los sutiles cambios en las relaciones de pareja para adaptarse a la nueva sociedad y cuyo involuntario daño colateral es la profunda inseguridad que genera en los hombres arrojados de su pedestal. El machismo cobarde hace el resto, en españoles y extranjeros.
La población percibe que la mayoría de los crímenes por violencia machista se da sobre todo entre extranjeros. Ekimarig, Karen, Cecilia Natalia, Vanessa son los penúltimos ejemplos de mujeres extranjeras asesinadas por sus parejas. Si bien en cifras absolutas no es cierta esa percepción (los españoles seguimos matando más), en cifras porcentuales la corrobora. De los crímenes machistas cometidos este año, entre 22 y 24 han sido cometidos por el 10 por ciento de extranjeros que reside en España, lo que eleva el porcentaje a más del 45%. Responsables del Ministerio de Igualdad han resaltado que los factores que juegan a favor de la violencia de género entre los inmigrantes son la distancia entre las víctimas y sus familias, que las hace más desprotegidas; la cultura de origen marcadamente patriarcal, y el grupo cerrado en el que se relacionan casi exclusivamente entre ellos.
Indudablemente se hace necesaria una mayor actuación de los poderes públicos para impedir que las amenazas lleguen a su final y no conviertan la legislación en papel mojado. El delegado del Gobierno en Madrid ha anunciado la puesta en marcha de mayores medidas de control hacia los violentos y sus víctimas, en este caso mediante llamadas telefónicas diarias para conocer su situación. Habrá que desearle suerte, aunque no parece que la crisis económica en que se va hundiendo nuestra sociedad del bienestar sea el mejor de los escenarios para una recomposición del cuadro de machismo herido en el que se mueven y mueren los inmigrantes. De nuevo serán la educación y el cumplimiento de la ley los instrumentos para acabar con una violencia cobarde, española y extranjera, que avergüenza a todos.
(Puede haber caducado)