Austria: regresa extrema derecha
El Universal, 07-10-2008Con la crisis económica que ya empezó a llegar a Europa por el Atlántico, desde Nueva York a Irlanda, Reino Unido y ahora Bélgica y Francia, la segunda victoria espectacular de la extrema derecha en Austria no tuvo mucho eco en Europa y en el mundo.
En 1999, cuando por primera vez en Europa un partido de extrema derecha logró alrededor de 20% de los votos, el estupor, el rechazo, la condena y la vergüenza sumergieron a Europa.
En 2008 las cosas se toman con más calma. Austria sigue siendo especial por la amplitud de la victoria de partidos de extrema derecha y por la importancia del país en la historia del nazismo. Sin embargo, desde entonces muchos países, entre ellos los que más condenaron a Austria, Bélgica (Flandes para ser más preciso) y Francia también conocieron un auge de la extrema derecha. Varios otros países europeos fueron o son gobernados gracias al apoyo parlamentario de partidos populistas o francamente posfascistas. El ejemplo italiano es el más conspicuo, por el tamaño del país, la importancia numérica de los diputados de extrema derecha y otra vez el papel particular que desempeñó el país en el desarrollo del fascismo y nazismo en Europa. Pero esta calma se debe a otras razones. Se ha aprendido de los errores del gobierno austriaco liderado por los democratacristianos que invitaron a la extrema derecha al gobierno con la esperanza de ahogarlos. Lo menos que se puede decir a menos de 10 años de esta apuesta, es que esta estrategia del entonces canciller (en Austria, esto equivale a primer ministro) Schuessel ha fracasado rotundamente.
La extrema derecha se debilitó un corto periodo pero no gracias a la estrategia de Schuessel sino por las ambiciones rivales de sus dirigentes. Hoy regresa más fuerte que nunca, mientras los democratacristianos, más débiles que nunca, tienen que aceptar ser el socio menor en una coalición dirigida por el sociodemócrata (de izquierda).
La primera conclusión de las elecciones austriacas para las otras democracias europeas es que pactar con el diablo de la extrema derecha fue un error de cálculo. El rechazo absoluto de todos los partidos franceses, en un pacto republicano de aliarse contra el Frente Nacional de Le Pen fue más digno y hasta ahora más eficaz.
La segunda conclusión es que existe un problema existencial en la democracia austriaca y su sistema político si la única escapatoria a la participación de la extrema derecha al gobierno es la alianza de la izquierda con la derecha en un gobierno de coalición que se repite elección tras elección, sin importar los resultados electorales.
Mas que otros pueblos de Europa, los austriacos deberían ser muy cautelosos ante la extrema derecha. Sin embargo, mucho de ellos siguen votando por políticos que manifiestan indulgencia y comprensión hacia el pasado nazi del país. En 2008, 30% de ellos votaron por partidos de extrema derecha. En 1986, 54% de los austriacos votaron por Kurt Waldheim en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales, a sabiendas de que, en el mejor de los casos, había mentido sobre su pasado nazi, y que sería, oficial o informalmente, persona non grata en muchos países occidentales como consecuencia de este pasado.
Hasta ahora, países como España, Reino Unido y sobre todo Alemania han evitado el resbaloso populismo de extrema derecha. Bélgica, Dinamarca, Francia, los Países Bajos, así como los países de Europa del este y del centro, lo han sabido esgrimir con éxito. Ojalá y Austria, a pesar de su prosperidad y de su exitosa integración a Europa y al mundo, como Italia, que en cambio se sigue hundiendo, sean excepciones en el fracaso en enfrentarlo eficazmente en una Europa que nunca ha sido tan democrática y estable.
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