La vida como terapia

Diez pacientes con enfermedad mental, la mayoría inmigrantes, conviven en un piso de acogida de Molina de Segura que gestionan la asociación Afesmo y Feafes

La Verdad, J. P. PARRA, 07-10-2008

Cuando Nora levanta la persiana de su habitación, el sol entra de golpe. Desde las ventanas de esta quinto planta de la calle Bailén se divisan los tejados de Molina de Segura, con sus calles que suben y bajan. «Tanta cuesta me recuerda a las ciudades de Perú, mi país», confiesa. La luz invita al optimismo, pero Nora no puede evitar esta concesión a la melancolía, a la nostalgia, al recuerdo de los tres hijos que le esperan al otro lado del océano. A las ocho y cuarto de la mañana, la vivienda bulle ya de actividad. La leche hierve en el cazo, y junto al cuarto de baño hay cola. Diez personas (seis inmigrantes y cuatro murcianos) conviven aquí gracias a un programa de la Asociación de Familiares y Enfermos Psíquicos de Molina (Afesmo). Juntos se enfrentan a un problema común: la enfermedad mental. La mayoría padece esquizofrenia, pero también hay pacientes con depresión severa, como Nora. Lleva año y medio en este piso, y ahora se encuentra mucho mejor. Cuando entró, había tocado fondo. «Llegué a España hace ocho años y empecé a ganarme la vida cuidando ancianos. Vine con mi pareja, que me dejó tirada en cuanto empecé a tener problemas; no ha vuelto a interesarse por mí». Vivía en Cantabria, y allí tuvo un intento de suicidio. Después se trasladó a Cartagena, y su situación empeoró. Ya no podía trabajar y se quedó en la indigencia. «Estuve dos meses durmiendo en la estación de autobuses». Cáritas la rescató, y terminó recalando en este piso que Afesmo abrió con el objetivo de atender a quienes no cuentan con apoyo familiar ni social.

Por eso aquí los inmigrantes son mayoría. «Es gente que no tiene cerca a su familia, y que encuentra problemas para seguir el tratamiento, porque muchas veces está en la calle y sin recursos», explica Miguel González, el coordinador de la ONG encargado del piso.

La mayoría de los extranjeros con enfermedades mentales desarrollan el trastorno una vez que están en España. «Cuando aparecen los síntomas, se encuentran solos y sin apoyos, y les cuesta concienciarse de que están enfermos», explica Beatriz Rives, trabajadora social de la Federación de Asociaciones de Familiares y Personas con Enfermedad Mental (Feafes), de la que forma parte Afesmo. En muchos casos, los trastornos se desencadenan tras enfrentarse a situaciones críticas. «Cuando alguien viene en una patera y tiene que echar al mar a compañeros muertos, lo menos que se puede esperar es que haya secuelas».

Julius Epih sabe lo que es cruzar el mar en busca de un sueño que al final no se encuentra. Es nigeriano y llegó a través del Estrecho. «Empecé a trabajar en la construcción, pero me diagnosticaron esquizofrenia y tuve que dejarlo», cuenta sin dramatismo mientras se prepara un café con leche. Aquí viven subsaharianos, latinoamericanos y marroquíes como Mustafá y Mohamed, que comparten una habitación en la que es difícil encontrar una mota de polvo. Las tareas cotidianas se convierten en terapia, y se siguen a rajatabla. A las 9.30, las camas deben estar hechas y el piso en condiciones. Después, todos pasan la mañana en los talleres de la asociación. Allí aprenden informática o practican dibujo y cerámica. Hoy, sin embargo, toca terapia de grupo. «Es un buen momento para sacar lo que cada uno lleva dentro; los problemas de convivencia o lo que les preocupa», explica Miguel. A la una toca volver a casa, no sin antes pasar por el supermercado si hace falta comprar algo. Hoy es Miguel, uno de los murcianos del piso, el encargado de preparar la comida. El menú, espagueti con carne y tomate. Por la tarde, volverán a los talleres, y después tendrán tiempo para pasear, charlar o ver la tele.

Es su rutina diaria, y permanecerá invariable hasta que tengan fuerzas suficientes para enfrentarse al mundo con una cierta autonomía. Nora está a punto de dar ese paso. Pronto se irá a vivir por su cuenta, y aunque tendrá que seguir ligada a su tratamiento psiquiátrico, podrá tener un empleo tutelado y llevar una vida más normalizada. Trabajará cuidando mascotas. El día ha sido largo, y Nora se relaja leyendo en su cama. Mañana la luz del día volverá a recordarle que está viva, y que eso hay que celebrarlo.

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