"No tenemos casa ni comida"
Desalojan un campamento de inmigrantes rumanos en una fábrica de Font d'En Corts
Las Provincias,
,
30-09-2008
“No tenemos ni casa, ni comida, ni dinero para volver a nuestro país”. Esta es la principal consigna que repiten una y otra vez los ahora ya ex – inquilinos que habitaban en la antigua fábrica de pinturas de la carretera de Font d’En Corts.
Son una treintena de personas. El más pequeño, un varón de apenas ocho meses que verá en las noches de la ciudad de Valencia su nuevo hogar. Diego es el único español que figura entre los ocupantes de esta antigua nave y como y tal, ejerce como portavoz de sus compañeros que todavía tienen dificultades con el idioma. “Estamos en la calle, sin un techo bajo el que dormir y con once niños pequeños” asegura al ver cómo los operarios del Ayuntamiento tapian los accesos del inmueble. “Sólo pedimos un techo porque los niños no pueden estar en la calle durante el invierno” afirma, “porque si abres una fábrica que está abandonada viene la policía y te echa”.
Durante seis meses, estas familias rumanas han vivido en condiciones infrahumanas rodeados de cascotes, basuras y desperdicios de todo tipo. Sin embargo, las acciones de los chatarreros han convertido los tabiques de esta construcción en un montón de escombros. Según fuentes policiales, en estos momentos “hay un riesgo muy grande ya que existe peligro de derrumbamiento”.
Ante esta situación, el único remedio para evitar posibles accidentes ha sido el desalojo. “Es cierto que una parte de la fábrica estaba muy mal, pero la parte en la que vivimos nosotros está bien” destaca Diego, al tiempo que denuncia que la única limpieza “consiste en dejarnos en la calle”.
Entre los ocupantes ilegales se encuentra una joven rumana de 19 años, madre de cuatro niños y embarazada de seis meses. Su marido se dedica a la chatarra, por la que obtiene menos de diez euros por cada tres días de trabajo. Con este dinero se encarga de la manutención de sus hijos, a los que hasta ahora cobijaba bajo los muros de esta antigua factoría.
Ahora, los servicios sociales se encargarán de escolarizar a esos niños, algunos desnutridos, y darles los servicios de comedor correspondientes, pero “cuando salga del colegio ¿dónde va a dormir ese niño?” pregunta Diego.
Hasta que esa pregunta obtenga alguna respuesta los okupas lo tienen claro: “Estaremos con el colchón en la calle” ya que aseguran que no es la primera ocasión que han sido desalojados.
“Antes vivíamos en una fábrica de aguas junto a la carretera de El Saler” sostiene Diego, “pero nos echaron y tuvimos que ir buscando hasta que encontramos esto”.
Ahora los hechos vuelven a repetirse. Una decena de carritos de supermercado, contienen los enseres necesarios para empezar una nueva vida mientras su antiguo hogar espera su inminente demolición. Ante esta situación, el habitual desfile de carritos llenos de chatarra por las calles de la zona, cambiará por carros repletos de las ropas, fogones, y mantas necesarios para vivir mientras encuentran un nuevo hogar donde cobijarse durante las frias noches de invierno.
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