"La puñetera crisis"
Diario de noticias de Alava, , 24-09-2008la expresión no es mía, sino de la vendedora de un mercado que desde el púlpito de su puesto se quejaba exasperada de que había tenido que rebajar la mercancía por culpa de “la puñetera crisis”. Lo decía con exasperación, un síesnoes teatral y con gracia, haciendo un gesto como si la crisis anduviera por el aire, y con esa forma de hablar que a la gente de esta tierra nos identifica tanto.
Pero también lo decía como si no acabara de creerse lo de “la puñetera crisis”, aunque no sería ajena a las quejas de los comerciantes que ven que las ventas van a menos o se hacen con menos alegría que antes. ¿Que cuándo? Que antes, cuando la parroquia descubrió que aunque no fuera rica, lo que dice rica, podía vivir como tal. La puñetera crisis se está viviendo como una especie de gripe inoportuna a la que todo el mundo es ajeno, tanto el que ha vendido como el que ha comprado, incluidos los especuladores inmobiliarios, los bancarios en busca de primas y los de la ingeniería financiera cuyos estropicios tenemos ahora que pagar todos. Una plaga venida si no del cielo, sí al menos de los Estados Unidos. Del pelotazo y sus protagonistas locales, ni palabra.
Seamos o no vendedores de mercado, lo cierto es que hace semanas que andamos asomados a ese capítulo de los informativos que nos certifica que las cosas van mal, aunque no entendamos gran cosa, por no decir ni palabra, de los motivos concretos, de índices bursátiles, de negocios interbancarios, de subidas y bajadas, de euforias y coeficientes, de hipotecas basura o medio basura… Quiebran los bancos americanos, pueden quebrar las aseguradoras, y si el sistema financiero no se hunde es porque el Gobierno de Bush interviene y acude con ayudas extraordinarias. Y esas quiebras lejanas afectan a nuestra cesta de la compra y a que muchas familias anden mal para pagarse el piso. Se habla de falta de confianza, pero sospechamos que unos cuantos miles se han enriquecido como locos a costa de millones de personas.
Día a día nos vamos enterando de lo que era negado la víspera: suben los impagos de hipotecas y de créditos, por no hablar de las deudas generales, mientras que los juzgados están a rebosar con esperas de hasta un año para juicios ejecutivos, el grifo de los créditos se cierra, no hay dinero, dicen… Hace unas semanas se nos aseguraba que no, que la respuesta social al endeudamiento estaba controlada y, sobre todo, que no era relevante, y que incluso manifestar temor en ese sentido era crear alarma social. Ha dejado de ser irrelevante y la verdad es que la alarma social como pretexto no es más que una mordaza para callar lo que incomoda; como si gritar “¡Al ladrón!” fuera una conducta asocial.
Hace unas semanas se nos dijo que la crisis no era tal, pero al día siguiente de que el ministro del ramo afirmara que tal vez dentro de unos meses habría recesión, se nos dijo que estábamos ya en la recesión. Mañana ya veremos. Igual nos han birlado los pantalones. La verdad es que dan ganas de exclamar a la italiana: Vaffanculo! , aunque no sirva de nada y sea un grito en una selva ininteligible.
Lo cierto es que nuestros gobernantes no son de fiar, y si salen al escenario es con trucos de artistas de variedades. Con el tiempo hemos aprendido que en este país, cuando las cosas no son oficialmente relevantes o significativas, son graves, por no decir que son irreparables y no tienen otra solución que el dejarse ir; y que entre el lenguaje oficial y la realidad, se abren abismos grotescos.
Es como los incidentes, aislados claro, de Roquetas de Mar, donde la furia racial saltó hace un par de semanas a la calle. Al margen del espectáculo, no importó mucho. A fin de cuentas era una pugna entre negros y gitanos. Podían haber seguido matándose tranquilamente antes de que el público se echara las manos a la cabeza. Otra cosa hubiese sido de haberse tratado de españoles de pura cepa , cristianos viejos y hasta nobles vasallos. ¿Sabemos cuáles son las condiciones de vida de esos inmigrantes , o nos contentamos con quejarnos del precio de los tomates que viene de allí? Cuando nos enteramos de las condiciones de vida preferimos pensar que son hechos aislados , o en todo caso propaganda negra y muy interesada de la derecha, cosa que nos evita reflexionar de veras sobre la inmigración, sus condiciones y su peso social.
El lenguaje está contaminado, podrido. Hace dos días oí decir en un noticiero que los inmigrantes que quieren volver a su país pueden hacerlo, dando por supuesto que hay un movimiento de regreso, cuando lo que horas después aprobó el Consejo de Ministros fue que los inmigrantes que quieran . No es, no era azaroso el equívoco. Entre el quieren y el que quieran hay casi un abismo, por no decir un océano. Son dos orillas verbales entre las que se mueve esa clase de mentira que tan bien digerimos que es la propaganda política, de un sentido o de otro, que tragamos a diario a cucharadas soperas. Y resulta que no quieren. El inmigrante está más y mejor dotado para la pugna social y la busca en malas condiciones. Lleva encima masters y doctorados honoris causa en puñetera crisis .
Y esas pintorescas medidas se han aprobado por la puñetera crisis , y porque los inmigrantes no es que quieran regresar, sino que empiezan a sobrar o a ser una carga, cosa que no se dice abiertamente porque no se sabe cómo decir. La puñetera crisis también aquí. El temor a que los que han contribuido a nuestro bienestar se conviertan en una dura servidumbre, en una fuente de problemas. Y ahora se reconoce que son sensibles al paro a causa del cierre de las grandes constructoras. ¿Qué es lo que en realidad teme el Gobierno? ¿Qué tememos los gobernados?
* Escritor
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