Ser cristiano en Egipto en el mes del ramadán

ABC, 15-09-2008

POR PAULA ROSAS

SERVICIO ESPECIAL

EL CAIRO. A la hora del iftar, la ruptura del ayuno durante el mes de ramadán, un silencio invade El Cairo. Tras un duro día de hambre y sed, sus habitantes se sientan, por fin, a la mesa. Con las avenidas desiertas, un taxi recorre con rapidez sus calles. Musa, su conductor, muestra orgulloso una cruz tatuada en el interior de su muñeca. «Soy cristiano, pero me encanta el ramadán», dice el taxista, feliz de no tener que aguantar los infinitos atascos cairotas.

Los cristianos coptos, que componen el diez por ciento de la sociedad egipcia, acogen con sentimientos encontrados el mes del ayuno, la piedad y la fiesta nocturna.

Como Musa, Noura Essam, disfruta de este mes, aunque evita comer o beber en público. «Es una cuestión de educación», considera esta quinceañera, a la que le encanta aceptar las invitaciones de sus amigos musulmanes para acudir a algún iftar.

Las relaciones entre ambas comunidades, sin embargo, no pasan por su mejor momento. Muchos cristianos se sienten discriminados en un país de mayoría musulmana donde la constitución señal, en su artículo segundo, que la «sharia» o ley islámica es la fuente principal del derecho.

Los ataques a coptos, aunque aislados, salpican las páginas de sucesos de los periódicos. La raíz de estos enfrentamientos no es siempre religiosa, pero acentúa la división sectaria. Este sentimiento, y el fastidio que supone para algunos el cambio de horarios y costumbres durante ramadán, hace que algunos cristianos egipcios aborrezcan estas fechas. «Estos días, es imposible hacer ningún tipo de gestión oficial», se queja Souheir Cassis, dueña de una clínica privada en El Cairo. «Los funcionarios, o bien porque están cansados o porque tienen la excusa del ramadán, no trabajan nada».

De la misma opinión es Raouf Ramzy. «Para mí es el peor mes del año», reconoce este odontólogo. «En ramadán no tengo pacientes musulmanes porque temen que cuando se les practica alguna intervención en la boca vayan a tragar algo de agua», señala.

Pero ramadán, reconocen casi todos, es una época de celebración. Tras el iftar, las calles cairotas se convierten en un hervidero de personas, que abarrotan cafés, paseos y tiendas. La fiesta se prolonga hasta bien entrada la madrugada. «Me encanta ir a la zona de Hussein con mis amigos en ramadán porque hay mucho ambiente», reconoce Sherif, un peluquero copto de 24 años quien, como muchos otros, disfruta además de la jornada reducida de trabajo durante este mes. «Se trabaja menos y hay más fiesta. Es como estar de vacaciones».

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