«En cuanto se vaya la Policía, la armaremos»

Una calma aparente, propiciada por las fuerzas de seguridad, se ha instalado en el pueblo almeriense tras los disturbios a raíz del homicidio de un joven senegalés

El Correo, JUANMA MALLO ENVIADO ESPECIAL. ROQUETAS DE MAR, 10-09-2008

«En cuanto se vaya la Policía, la vamos a armar. Por cada uno de nuestros hermanos muertos, nosotros tenemos que matar a tres de ellos…». Quien habla no es el jefe de ninguna banda mafiosa. Se llama Kofi, es ghanés y cumplirá 20 años en octubre. Está acompañado de varios compatriotas, apoyado en una pared desconchada. Repite la frase una y otra vez. Da la impresión de hablar en serio.

Poco le importa a este joven que a apenas 50 metros haya estacionados cuatro ‘Nissan Patrol’ de la Guardia Civil con sus respectivas dotaciones, sólo un pequeño grupo de los más de cien agentes – antidisturbios incluidos – apostados en la barriada de Las Doscientas Viviendas de Roquetas de Mar (Almería) para que la seguridad regrese al enclave. A pesar de los múltiples llamamientos, casi ruegos, de la comunidad africana para recobrar la «normalidad» destrozada el pasado fin de semana en esta zona marginal con el asesinato de Ousmane Kote – un senegalés de 28 años – , los más jóvenes, como Kofi y sus amigos, claman venganza. «Nos tratan como si fuéramos animales, nos incitan, nos vacilan… Ellos, los gitanos, son peligrosos, pero nosotros lo somos más», se envalentonan. Nada más pronunciar esta frase, por delante pasa un coche. Rápido. Veloz. «Es un gitano», salta uno. Otro grita: «¡Te vamos a matar!».

La tensa calma se masca en este enclave multirracial – en Roquetas conviven, por decirlo de algún modo, personas de 107 nacionalidades – . «Todo tranquilo», coinciden varios vecinos. Una calma ficticia, artificial, que estallará a la mínima. Y esa ‘mínima’, como pronostican varios de los escasos residentes españoles que continúan en el barrio, será la retirada de la Policía. «Me temo que el rebrote sea aún más fuerte. Se veía venir. Hay peleas todos los días. Ahora está tranquilo, pero en cuanto se marche la Guardia Civil…», augura José Manuel Cervilla, que lleva diez años en el barrio. Es vigilante de seguridad.

Las doscientas viviendas que dan nombre al barrio se construyeron para acoger a almerienses que regresaban tras labrarse un porvenir en Europa en los años 70. Ahora, las cosas han cambiado. Ya no hay dinero. Los que llegan son africanos, ‘hijos’ de las pateras. Ansían un futuro. No lo encuentran. La crisis económica ha azotado el Poniente. Ni construcción, ni invernaderos… Y el paro se deja notar en el barrio, un lugar de casas blancas, de escaso tamaño, convertido en un gueto.

Se ven grupos, como el de Kofi y sus amigos, que no tienen otra cosa que hacer más que charlar, se amontonan en cualquier rincón para matar el tiempo. Entre ellos y los ‘Patrol’, muestran un ‘trofeo’: una de las dos casas quemadas en la madrugada del domingo por pertenecer al asesino y su familia; aunque varios inocentes también se han visto afectados. Aún huele a humo. La fachada está ennegrecida y una cinta policial – medio rota – impide el paso al interior de la casa de Juanjo ‘El Lilo’, ‘El Gitano’ o ‘El Palomero’, sus apodos.

En busca y captura

Él es la persona que, en teoría, asestó dos navajazos mortales a Ousmane. Y fue por un asunto «banal». «Nada de drogas». Según explica un compatriota, un subsahariano arrojó un cubo de agua al presunto asesino – del que un primer momento se dijo que era gitano y ahora se afirma que está casado con una mujer de esa etnia – . La razón: el excesivo ruido cometido por el español, al que el instituto armado ya busca fuera de la provincia de Almería. En la tarde de ayer apresó a un marroquí presuntamente implicado en el asesinato. «Un paso importante», según fuentes de la investigación. En medio de la trifulca, llegó el fallecido y dos puñaladas acabaron con su vida.

Y se desató el vandalismo, el caos: coches quemados, dos casas ardieron, varios miembros de las fuerzas de seguridad heridos… La madrugada de ayer, no obstante, imperó la tranquilidad, aunque hubo otros dos arrestos. En total, diez africanos detenidos, de los que siete han sido puestos en libertad con cargos por desórdenes públicos. Para el otro, el titular del juzgado de Instrucción número uno de Roquetas ha decretado prisión y el resto está a la espera de una decisión. Incierta.

Como el futuro de esta zona. Muchos residentes han huido por el conflicto. Africanos. Y gitanos. «Vivían ahí – Kofi señala una casa quemada – y ahí. Son veinte y se han ido. Les vamos a buscar», clama, mientras los agentes – «nos han dicho que a las nueve nos vayamos a la cama, pero no hacemos caso», ríe – vigilan la zona.

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