De Caldera a Corbacho
ABC, 06-09-2008JOSÉ MARÍA CARRASCAL
HAN pasado de papeles para todos a papeles para nadie. Así funciona nuestro gobierno, a bandazos, sin el menor criterio ético o realista, movido sólo por el oportunismo o la demagogia. Acabamos de tener el mejor ejemplo en el anuncio del ministro de Trabajo, Celestino Corbacho, de «aproximar a cero» la contratación de trabajadores extranjeros en su país de origen, como medio de combatir el aumento del paro en el nuestro. O sea, justo lo contrario de lo que hizo su antecesor en el cargo, Jesús Caldera, que legalizó de golpe a todos los ilegales. Ya que no pueden impedir la inmigración ilegal, quieren impedir la legal. Pero si Caldera se equivocó, Corbacho se equivoca aún más. Los contratos de trabajadores en su lugar de origen nada tienen que ver con el paro en España, por la sencilla razón de que los puestos de trabajo que vienen a ocupar no los quieren los españoles, como demuestra una sola cifra: de los 560 desempleados citados en Huelva para trabajar en el campo, sólo 32 aceptaron. ¿Quién va, entonces, a recoger la fresa? De hecho, este tipo de contratos es el único que funciona en nuestra incontrolada inmigración, con beneficios para todos. Y el ministro quería cargárselos. Ante la protesta generalizada, la vicepresidencia, de nuevo como bombera, ha salido a decir que todo sigue igual.
Otra cosa hubiera sido que Corbacho hubiese añadido a su anuncio que se privará del subsidio de paro al desempleado que rechace tres ofertas de trabajo que se le hagan, como ocurre en Alemania. Pero, amigo, eso sería enfrentarse de verdad con la crisis, y nuestro gobierno prefiere darle capotazos en espera de que pase como una tormenta de verano, mientras se inventa conflictos que entretengan al personal. ¿Cuáles serán? ¿La lista de víctimas del franquismo que pide Garzón? ¿La nueva ley del aborto que anuncia? ¿Mayor control de los pederastas, que vuelven a estar en los titulares? ¿Comenzar a regalar títulos de formación profesional como si fueran rosquillas? Cualquier cosa menos abordar los cambios estructurales que necesita nuestra economía, y mucho teatro para que el público se distraiga y olvide los verdaderos problemas que tiene delante. Dispónganse ustedes, por tanto, a oír el próximo miércoles en el Congreso al presidente del Gobierno una retahíla de medidas «anticrisis», como un prestidigitador se saca conejos de la chistera. ¿Y qué fue de aquellas 48 medidas que nos anunció antes de las vacaciones? Bueno, aquello fue entonces, ahora llegan otras, a las que seguirán otras y otras, pues aunque las arcas están vacías, la chistera está llena de conejos, de gatos o de humo. Así afrontamos los españoles la crisis: a base de parches, que ni siquiera son parches, pues se disuelven antes de tomar contacto con la realidad. Pero si la capacidad de fabulación de nuestro presidente es ilimitada, nuestra capacidad de creernos sus fábulas es aún mayor. Como si nos gustase ser engañados. Y puede que nos guste. ¿Acaso no le hemos reelegido?
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