Cuando la economía iba bien, los inmigrantes eran el motor del crecimiento. Lo decía el entonces ministro de Trabajo, Jesús Caldera. Ahora que va mal, primero se limita la reagrupación familiar y después se cierra el grifo de la contratación. Es la política del ministro Corbacho.

Zapatero acusó a Rajoy en la campaña electoral de relacionar inmigración con delincuencia. Ahora, el presidente la vincula con el desempleo. Y esto es tan falso e injusto como lo anterior. Porque si el paro se dispara no es porque haya inmigrantes, sino porque la economía no funciona. Y ellos son tan víctimas como cualquier otro desempleado. Pero se les da un trato peor, lo que es muy injusto.

Además, la limitación de las contrataciones en origen no hará sino incrementar la inmigración ilegal. Y muchos empresarios se preguntan quién va a ocupar los puestos que no quieren los españoles. Es decir, además resulta ineficaz.